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General: María, mujer hebrea
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De: Evaristo (Mensaje original) |
Enviado: 08/09/2011 23:10 |
María, mujer hebrea
Fréderic Manns, ofm
El autor pertenece al Studium Biblicum Franciscanum, de Jerusalén. El artículo apareció en la revista “Tierra Santa”, nº 810, Mayo-Junio, pp. 135-142; Edt. Custodia Franciscana de Tiera Santa, P.O. Box 186, 91001, Jerusalén, Israel.
En un pueblecito de Galilea, una mujer de humilde condición encuentra el misterio de Dios... ¿Quién era, qué formación religiosa tenía, cómo oraba aquella que se iba a convertir en la Madre de Cristo? He aquí una contestación tomada de la Biblia, de la tradición rabínica y de los Apócrifos.
La gloria de María proviene de su fe y no del hecho de pertenecer al pueblo hebreo. "Dichosa la que ha creído" dice Isabel a María. Pero nuestra fe en la Encarnación nos lleva a considerar a María y a Jesús en su contexto social y religioso de la Galilea del primer siglo.
Cada mañana, María, como todas las mujeres hebreas, recitaba una bendición cuando se despertaba: -Bendito seas Señor que me has creado según tu voluntad-. Los hombres, por su parte, recitaban tres bendiciones diferentes. En otras palabras, María cada mañana aceptaba su condición de mujer que en Oriente era inferior a aquella del hombre. Recordaba que era una criatura de Dios que había coronado a su criatura de gloria y de honor como dice el salmo 8.
María sabía como todos los hebreos que el cuerpo del hombre y de la mujer son un templo del Espíritu. Filón de Alejandría y Pablo de Tarso habían desarrollado esta teología. Como Templo cada uno lleva en si su Menorah sobre su rostro en el cual aparecen siete aperturas. Por lo tanto encender la Menorah del rostro significa sonreír al prójimo, mirarlo con simpatía y transmitir la luz del Espíritu. María tenía la posibilidad de ir a la sinagoga porque en el siglo primero las sinagogas eran muy simples: una habitación rectangular con una puerta. Las antiguas sinagogas de Gamla, Jericó y Massada son bien conocidas. Los textos del Talmud dicen expresamente que las mujeres podían ir a la sinagoga. Aunque para ellas no existía ninguna obligación de rezar en la sinagoga tenemos un dato que conviene recordar: las oraciones más hermosas de la Biblia son oraciones de mujeres (el canto de Myriam, hermana de Moisés, el canto de Débora, el canto de Ana, la oración de Ester).
María en la sinagoga podía memorizar fácilmente las oraciones de las mujeres de las que habla la Biblia. Y escuchaba la recitación cotidiana por parte de los hombres de la oración Shema Israel. Escuchaba los poemas del Siervo de Dios que recordaban cómo la misión de Israel es la de llevar la luz al mundo. También María entrará en esta perspectiva aceptando ser la sierva del Señor. Cuando visita a Isabel se recuerda de tantos pasos de la Biblia en su Magníficat lo que testimonia su conocimiento de las Escrituras. El judaísmo no es una ortodoxia sino una ortopraxis. El árbol se reconoce por sus frutos. Sabemos que el judío se distingue cuando practica sus obras de caridad. El Tárgum de Gen 35, 9 ofrece la lista de las obras de caridad: participar a los matrimonios porque Yahveh ha unido a Adán y Eva; alegrarse con quien está alegre y llorar con quien llora. Visitar los enfermos, consolar a los que lloran, enterrar a los muertos, compartir el pan con quien tiene hambre y vestir a los desnudos. María, mujer hebrea, lleva a la práctica todas estas obras de caridad. Asiste a un matrimonio en Caná, porque era la primera obra de caridad que tenía que hacer un hebreo. Aparece claro que el Evangelio de San Juan no limita la señal de Caná a este sentido literal. Añade un sentido espiritual mucho más rico. María practica además otra obra de caridad: va a visitar a su prima Isabel que se encuentra encinta. También aquí, Lucas no limita esta acción a un sentido literal, aunque tampoco se puede ignorar este sentido. En el Apócrifo conocido como la Dormición de María, antes de morir, María pide a una criada que entregue sus vestidos, después de su muerte, a los pobres. De nuevo el apócrifo presenta a María llevando a la práctica obras de caridad.
El judaísmo insiste mucho sobre las normas relativas a la pureza, especialmente en las mujeres. María observa estas normas. En Nazaret se encontraron tres Mikweot, baños rituales para la purificación de las mujeres. Sabemos que cuarenta días después del nacimiento de Jesús, María presentó a su Hijo al Templo y ofreció según la ley de Moisés el sacrificio de los pobres: -"Cuando llegó el tiempo de su purificación, llevaron el Niño a Jerusalén". El Levítico, 12, 2-4, dice que cuando una mujer da a luz un varón será inmunda por siete días. Al octavo día se circuncidará el niño. Después permanecerá durante 33 días para purificarse de su sangre: no tocará ninguna cosa santa y no entrará en el santuario, hasta que no concluyan los días de su purificación. María observó todas estas normas sin pretender ningún privilegio. Cada sábado María preparaba la candela sobre la mesa familiar y tenía el privilegio de recitar la bendición cuando encendía la candela: -'Bendito seas Señor que nos has pedido de encender la candela". La mujer transmite la luz convirtiéndose en madre. El fariseo Pablo lo repetirá: la mujer se salva convirtiéndose en madre (I Tim 2, 15). Después de esta ceremonia seguía la comida y, generalmente, después de la cena, se interpretaban algunos cantos.
El sábado debería ser un oneg, un placer, porque recordaba la creación. Dios mismo descansó después de haber creado el cielo y la tierra.
María cumplía la peregrinación a Jerusalén. Sabemos por la Biblia que solamente los varones estaban obligados a hacer las peregrinaciones yendo tres veces al año a Jerusalén "para ser vistos del Señor". Pero las fuentes judías nos dicen que en el primer siglo, probablemente bajo el influjo de los griegos y de los romanos, las mujeres también querían ir en peregrinación. También aparece confirmado en el Nuevo Testamento: familias enteras "subían" a Jerusalén. En la fiesta de Sukot se reservaba un lugar especial para las mujeres. La ceremonia se llamaba: La alegría del recibimiento del agua (Shimhat bet ha shoeva). Cuando a la edad de 12 años Jesús hizo su Bar Mitvah (aunque este término sea más tardío) en realidad existía ya como nos resulta de la Mishna Abbot). María está presente con él. José recita la bendición: "Bendito eres tú, Señor, que me has quitado la responsabilidad de este joven". En Nazaret, tanto José como Jesús, recitaban cada mañana y cada tarde el Shemá Israel (Deum 6, 4). María escuchaba y se unía en silencio a esta oración como lo hacía cualquier mujer educada. José y Jesús recitaban también la oración del Cádish cuando habían leído algún versículo de las Escrituras. También en estas ocasiones, María escuchaba: -'Que sea glorificado, exaltado y celebrado su Nombre Santo. Que llegue su reino en nuestros dios". María sabía que la santificación del nombre se hacía no en las palabras sino en la vida. En los Apócrifos y de un modo especial en el Protoevangelio de Santiago, María aparece presentada como nueva Sara. "Nada es imposible para Dios", esta frase del ángel aparece ya en la narración de la promesa hecha a Sara, la mujer estéril: -"Nada hay imposible para Dios". El apócrifo de la Dormición de María, presenta los últimos días de María bajo forma de testamento. Sabemos que el género literario del testamento era muy usado. María consigna su última voluntad a Pedro y Juan. Después celebra su última fiesta de las Tiendas porque esta fiesta era presentada como una anticipación de la celebración de la resurrección de los cuerpos. María toma la palma, se dirige al monte de los Olivos, al monte de la Resurrección. La ceremonia de la sepultura se celebra como en el mundo hebreo. Los apóstoles cantan el salmo de Pascua: -''Cuando Israel salió de Egipto". La iconografía bizantina usa mucho este texto apócrifo para evocar los últimos momentos de la vida terrena de María. Ya que la tradición hebrea recordaba que Myriam, la hermana de Moisés, había muerto con un beso de Dios y que no había conocido la corrupción de la tumba, la comunidad judío-cristiana dirá que María es la nueva Myriam. Y, como nueva Myriam, muere con un beso de su Hijo: Jesús se acercó a su Madre, la besó y tomó su alma que entregó a las manos de San Miguel Arcángel. María no vio la visita del ángel de la muerte.
Parémonos un instante en el Magnificat que no es obra de la teología de San Lucas, sino expresión de la fe bíblica de María. Es importante corregir el error de traducción: -"Ha mirado la humildad de su sierva". Tapeinosis no significa humildad, sino condición humilde y pobre. Lucas es el Evangelista de los pobres. Si María se vanagloriase de su humildad, ¿qué tipo de humildad sería?
Los dos versículos que indican la intención de alabanza (Le 1,46-47): -"Mi alma glorifica al Señor porque ha mirado la humildad de sus siervo" encuentran muchos paralelos en los salmos: -" Bendice alma mía al Señor y cuanto existe en mi, su santo Nombre" (...). "Bendice alma mía al Señor" (Salmo 122, 1,22; cfr 103, 1.35). Refiriéndose a su experiencia religiosa, María se comporta como las mujeres del pasado, en particular de Ana, por el motivo de la alegría de su salvación y por la expresión: -"Ha mirado la humildad (tapeinosis) de su sierva." "Me he alegrado en su salvación" (I Sam 2, 1) -"Señor, si en verdad mirarás la humildad de ti sierva..."(l Sam 1, 11). El tema de la bienaventuranza resuena en las palabras de la madre de Israel, Lía, y también en la de Judit: -"Soy bienaventurada porque las mujeres me llamarán bienaventurada (Gen 30, 13). "Cuando entraron donde ella estaba, la bendijeron todos juntos y la dijeron: Tú eres la glorificación de Jerusalén, tú el gran orgullo de Israel, tú el gran honor de nuestra gente" (Jud. 15, 19). Otro recuerdo de Sara lo tenemos en Gen 21, 6: -"Una sonrisa tuvo conmigo el Señor, en realidad, cualquiera sienta esto, se alegrará conmigo".
María es presentada como orante según el modelo de los salmos que ella recitaba. Basta citar algunos versículos: -" Mi alma se alegrará en el Señor, se alegrará en sus salvación" (Salmo 34, 9). "Exultaré y me alegraré en tu misericordia, porque has vuelto tu rostro hacia mi humildad'' (Salmo 30, 8).
-"El Señor (...) santo y terrible es su nombre" (Salmo 110, 9). La afirmación del Magníficat acerca de la misericordia perenne de Dios (v.50) tiene un paralelo en el salmo 102: -"Porque como es la altura del cielo sobre la tierra, así el Señor magnificó su misericordia con aquellos que lo temen (...) Como un padre tiene piedad de su hijo, el Señor ha tenido piedad de aquellos que lo temen (...) La misericordia de Dios dura por siempre y por siempre sobre aquellos que lo temen y su justicia permanece sobre los hijos de los hijos" (Salmo 102,11.13.17).
La misericordia, que es el comportamiento constante de Dios, es también el tema que guía el Magníficat que une la experiencia personal de María con la de Israel. María lee la obra de Dios en si misma a la luz de las obras antiguas que hizo Dios en favor de su pueblo ("Ha hecho por mi cosas grandes"; "ha hecho proezas con su brazo") y viceversa: ve el futuro de su pueblo cambiado por medio de la obra que Dios ha hecho en ella. Esta obra no sólo corresponde al obrar del Señor en el pasado y a su constante comportamiento en favor de los hombres sino que también constituye el cumplimiento de sus promesas hechas a los padres en favor de los descendientes de Abraham.
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De: Tenique |
Enviado: 09/09/2011 00:55 |
Muchas gracias,Evaristo. Te notaba en falta desde el 22 de agosto. Con todo afecto. Tenique. |
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Muy amable Tenique
Que estes bien.
Un cordial abrazo
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