LA VIA SIMBOLICA
El símbolo es la huella (o el gesto) visible de una realidad invisible u oculta. Es la manifestación de una idea que así se expresa a nivel sensible y se hace apta para la comprensión. En un sentido amplio toda la manifestación, toda la creación, es una simbólica, como cada gesto es un rito, sea esto o no evidente, pues constituye una señal significativa.
El símbolo nombra a las cosas y es uno con ellas, no las interpreta ni define. En verdad la definición es occidental y moderna (aunque nace en la Grecia clásica) y podría ser considerada como la puerta a la clasificación posterior.
El símbolo no es sólo visual, puede ser auditivo, como es el caso del mito y la leyenda, o absolutamente plástico y casi inaprehensible como sucede con ciertas imágenes fugaces que, sin embargo, nos marcan. En la época actual se le suele asociar más con lo visual, porque la vista fija y cristaliza imágenes en relación con estos momentos históricos de solidificación y anquilosamiento más ligados a lo espacial que a lo temporal.
El símbolo es el intermediario entre dos realidades, una conocida y otra desconocida y por lo tanto el vehículo en la búsqueda del Ser, a través del Conocimiento. De allí que los distintos símbolos sagrados de las diferentes tradiciones –y por cierto también los símbolos naturales– se entretejan y se vinculen entre sí constituyendo una Vía Simbólica para la realización interior, a saber: para el Conocimiento, o sea el Ser, dada la identidad entre lo que el hombre es y lo que conoce. Lo mismo es válido para los ritos que promueve este manual, comenzando por el estudio y la meditación. Por eso es necesario que el lector tenga una visión lo suficientemente clara de la cosmogonía, arquitectura del universo reproducida en el hombre, para utilizar el modelo del Arbol de la Vida, llamado también Sefirótico, ubicarse y trascenderlo, mediante la aceptación de un Orden capaz de mostrarnos lo que está más allá de él. Nos estamos refiriendo a la movilización de todo nuestro ser que los símbolos como intermediarios procuran, al viaje o navegación por las sutiles entretelas de la conciencia, a la sorpresa de percibir mundos nuevos que permanecían invisibles y sin embargo nos son familiares, hechos todos estos que jalonan el proceso mágico de Iniciación, caracterizado por los grados de Conocimiento de otras realidades espacio temporales, o mejor, de otra forma de percibir la realidad.
Lo metafísico, esa región desconocida y misteriosa, se manifiesta en el mundo sensible por intermediación del símbolo. Gracias a éste, es posible el Conocimiento para el ser humano; imágenes y símbolos nos permiten tomar conciencia del mundo que nos rodea, de lo que éste significa y de nosotros mismos.
Los símbolos sagrados, revelados, han sido depositados en todas las tradiciones verdaderas. Los sabios de distintos pueblos, por medio de la Ciencia y el Arte, han promovido siempre el conocimiento de esos mundos sutiles que los propios símbolos testimonian. Ellos permiten que aquellas realidades superiores toquen nuestros sentidos y posibilitan que el hombre, a partir de esta base sensible, se eleve a esas regiones que constituyen su aspecto más interno: su verdadero ser.
La vía simbólica que este Programa propone, con todas las experiencias que ella implica, podrá llevarnos de una manera ordenada y gradual hacia ese Conocimiento.
El símbolo plasma una fuerza, una energía invisible, una idea. Lo que él expresa y lo que contiene en su interior se corresponden en perfecta armonía. No debe nunca confundirse con la alegoría, ya que ésta se correlaciona más con sustituciones y suposiciones y por lo tanto carece de conexión clara con lo interno y verdadero. También es importante apuntar que los símbolos a que nos referimos no son meras convenciones inventadas por los hombres; ellos son "no humanos", se encuentran en la estructura misma del cosmos y el ser humano. Al ser los intermediarios entre lo invisible y lo visible promueven la conciencia de mundos superiores y regiones supracósmicas.
Es muy notable el hecho de que los símbolos principales se repitan de modo unánime en todos los pueblos de la tierra en distintos momentos y lugares. Muchas veces esta identidad es incluso formal, aunque, como ya se ha dicho, a menudo podremos encontrar símbolos de diferente forma pero idéntico significado. En todo caso, todos se corresponden con un arquetipo único y universal del que cada uno de esos pueblos ha extraído sus símbolos particulares.
Los símbolos sagrados son capaces de revelar ese modelo único, a su Creador, y aún lo increado; pero a la vez velan esas realidades superiores y se cubren de un ropaje formal, aunque conservan siempre su aspecto interno e invisible.
P. Agartha