ALQUIMIA
Otra de las artes herméticas es la Alquimia. Así se llamaba en la Antigüedad la ciencia de las transmutaciones, minerales o vegetales, de la naturaleza. Estas operaciones tienen una réplica en el hombre, que puede verse en ellas como en un espejo que reflejara su propio proceso de desarrollo, y simbolizan la posibilidad de la regeneración. Es decir, la de mudar de condición y de forma, a tal punto que la sustancia con que se trabaja –en este caso la psiquis humana en los primeros niveles– pase a ser una cosa distinta de la que conocemos actualmente. Esta búsqueda y hallazgo del Ser es en suma, la auténtica Libertad, no empañada por ningún prejuicio, y puede ser equiparada a un nuevo nacimiento.
La Alquimia del medioevo europeo, que trabaja con las transmutaciones de los metales (y minerales en general), utiliza también la notación astrológica para designar las cualidades simbólicas que distinguen a determinados metales.
Esta asociación entre los astros (deidades y energías celestes) y los metales, no es de ningún modo arbitraria, pues hay una correspondencia constante entre lo alto y lo bajo, y son análogas las fuerzas y energías de los cielos (deidades uránicas) y las de la tierra (deidades ctónicas), aunque es imprescindible señalar que se hallan invertidas las unas respecto a las otras.
Sin embargo estas fuerzas son complementarias y no podrían ser el Universo y el hombre sin la una y la otra pues ellas constituyen la dinámica rítmica, la dialéctica, en que se producen todas las cosas. Por ese motivo el trabajo alquímico, o hermético, se realiza con estas dos energías, armonizándolas, sin excluir ninguna de ellas. Pues como ya veremos es el hombre el que las religa, el verdadero intermediario entre cielo y tierra. Y es por esa misma razón por lo que en las tradiciones antiguas, la Iniciación era y es tomada como una visita del ser humano a las entrañas de la tierra, o un viaje al país de los difuntos, cuando no un descenso a los infiernos de nuestro ignorante psiquismo, imprescindible para un posterior y triunfal ascenso a los cielos. A continuación van los nombres de los tres principios alquímicos y los signos con que se los representa:
La interacción de estos principios y su constante conjugación producen todas las cosas y por lo tanto se hallan presentes en ellas. El Azufre es activo (+), mientras que el Mercurio es pasivo (–). La Sal, tercer principio que liga los precedentes, se puede calificar de neutra (N). El Athanor es el horno o cocina alquímica donde se transforman estos principios de continuo, así como los elementos minerales que ellos originan, los cuales igualmente llevan en sí esta división tripartita. Lo que sucede en el interior del Athanor del mismo modo acontece en el interior del ser humano, especialmente en su psiquis, primer paso en el trabajo hermético, donde estas energías se oponen, se contradicen y se unen, provocando una dialéctica permanente de equilibrios y desequilibrios que conforman la armonía universal. Esta dinámica es una dialéctica en la que los opuestos no se excluyen sino que constantemente confluyen en la unión para poder separarse.
P. Agartha