Matando a Cerbero, guardián de Hades
Capricornio, 23 Diciembre 20 Enero)
El Mito
“La luz de la vida debe ahora resplandecer dentro de un mundo de oscuridad” declaró el Gran Presidente. El Maestro comprendió. “El hijo del hombre que es también el hijo de Dios debe pasar a través del décimo Portal”, dijo. “En esta misma hora Hércules se arriesgará”. Cuando Hércules estuvo frente a frente con el que era su guía, éste habló: “Mil peligros has desafiado, ¡Oh, Hércules!”, dijo el Maestro, “y mucho se la logrado. La sabiduría y la fuerza son tuyas. ¿Harás uso de ellas para rescatar al que está en agonía, una víctima de enorme y persistente sufrimiento?” El Maestro tocó suavemente la frente a Hércules. Ante el ojo interno de éste surgió una visión. Un hombre yacía postrado sobre una roca, y gemía como si su corazón se rompiera. Sus manos y piernas estaban encadenadas; las pesadas cadenas que le ataban, amarradas a anillos de hierro. Un buitre, feroz y temerario, permanecía picoteando el hígado de la postrada víctima; por consiguiente, un escurridizo chorro de sangre manaba de su costado. El hombre alzaba sus manos esposadas y gritaba pidiendo ayuda; pero sus palabras retumbaban vanamente en la desolación y eran tragadas por el viento. La visión desapareció. Hércules permanecía, como antes, al lado de su guía. “El encadenado que has visto se llama Prometeo” dijo el Maestro. “Por años ha sufrido así y sin embargo no puede morir, pues es inmortal. Él robó el fuego del cielo; por esto ha sido castigado. El lugar de su morada es conocido como Infierno, el dominio de Hades. Se te pide, ¡Oh Hércules! ser el salvador de Prometeo. Baja a las profundidades y allí en los planos exteriores libéralo de su sufrimiento”. Habiendo oído y comprendido, el hijo del hombre que era también un hijo de Dios, se lanzó en esta búsqueda, y pasó a través del décimo Portal. Hacia abajo, siempre hacia abajo, viajó dentro de los apretados mundos de la forma. La atmósfera se hacía sofocante, la oscuridad constantemente más intensa, y sin embargo su voluntad era firme. El empinado descenso continuó durante mucho tiempo. Solo, pero no completamente a solas, erró allí, pues cuando buscó dentro, oyó la voz plateada de la diosa de la sabiduría, Atenea, y las palabras fortalecedoras de Hermes. Finalmente llegó a ese oscuro, envenenado río llamado Estigia, un río que deben cruzar las almas de los muertos. Un óbolo o centavo tenía que pagarse a Caronte, el barquero, para que pudiera conducirlas a la otra orilla. El sombrío visitante de la tierra asustó a Caronte, quien olvidando su paga, condujo al extranjero al otro lado.Hércules había entrado por fin al Hades, una oscura y brumosa región donde las sombras, o mejor dicho, los cascarones de los muertos, se deslizaban por ahí. Cuando Hércules percibió a la Medusa, su cabello entrelazado con serpientes silbantes, tomó su espada y se la arrojó, pero no hirió nada salvo el aire vacío. A través de senderos laberínticos siguió su camino hasta que llegó a la sala del rey que gobernaba el mundo subterráneo, el Hades. Este, torvo y severo, con semblante amenazador, estaba sentado tiesamente en su negro trono de azabache, mientras Hércules se aproximaba.
“¿Qué buscas tú, un mortal viviente, en mis dominios?”, preguntó Hades. Hércules dijo, “Busco liberar a Prometeo”. “El camino está vigilado por el monstruo Cerbero, un perro con tres grandes cabezas, cada una de las cuales tiene serpientes enroscadas a su alrededor”, replicó Hades. “Si tú puedes vencerlo con tus manos desnudas, una hazaña que nadie aún ha realizado, puedes desatar al sufriente Prometeo”.
Satisfecho con esta respuesta, Hércules prosiguió. Pronto vio al perro de tres cabezas, y oyó su penetrante ladrido. Gruñendo, saltó sobre Hércules. Agarrando primero la garganta de Cerbero, Hércules lo estrechó en su puño como en un torno. Poseído hasta la furia frenética, el monstruo se sacudió. Finalmente, al apaciguarse su fuerza, Hércules lo dominó. Hecho esto, Hércules prosiguió, y encontró a Prometeo. Yacía sobre una losa de piedra, en agonizante dolor. Entonces, Hércules rompió rápidamente sus cadenas, y liberó a la víctima. Desandando sus pasos, Hércules regresó como había venido. Cuando alcanzó una vez más el mundo de las cosas vivientes, encontró allí a su Maestro. “La luz brilla ahora dentro del mundo de oscuridad”, dijo el Maestro. “El trabajo está realizado. Descansa ahora, hijo mío”.
Prólogo
El signo de Capricornio, dice El Tibetano, es uno de los signos más difíciles acerca del cual escribir, y es el más misterioso de los doce signos. Así lo hemos encontrado nosotros. Aún el símbolo del signo nunca ha sido correctamente dibujado, se nos dice, porque su correcta delineación produciría una afluencia de fuerza que no sería deseable; este símbolo es llamado también a veces “la firma de Dios”. Al pie de la montaña, la cabra, el materialista, busca alimento en lugares áridos. El chivo expiatorio, camino hacia arriba, encuentra las flores del deseo obtenido, cada una con su propia espina de saciedad y desilusión. En la cima de la montaña la cabra sagrada ve la visión y el iniciado aparece. En otros escritos los símbolos son la cabra, el cocodrilo y el unicornio. Un mito pone el énfasis en el descenso al infierno para liberar a la humanidad (en la figura del torturado Prometeo). Otros se ocupan más de Cerbero, algunos matándolo, otros haciéndolo subir a la tierra. Nosotros presentamos estas variaciones para la consideración del significado espiritual, por parte del lector. Se recuerda que, según el Credo, Jesús el Cristo “descendió a los infiernos”. ¿Por qué? Seguramente porque su muy inclusivo amor protegía a las llamadas “almas extraviadas”, que se nos dice que Cristo cobija a la humanidad hasta que la última “pequeña alma” haya llegado al hogar. Y ¿quiénes somos nosotros para interpretar la “firma de Dios”? Con humildad sometemos estos puntos para la reflexión. Se nos dice que es de rodillas que el capricorniano ofrece corazón, y vida al alma, y sólo entonces es cuando al auto iniciado se le pueden confiar los secretos de la vida y de los poderes superiores.
Interpretación del Trabajo en Capricornio
Hay dos portales de importancia dominante: Cáncer, hacia lo que erróneamente llamamos la vida, y Capricornio, el portal hacia el reino espiritual. Capricornio, la puerta a través de la cual finalmente pasamos cuando no nos identificamos más con la parte forma de la existencia, sino que vivimos identificados con el espíritu. Eso es lo que significa ser iniciado. Un iniciado es una persona que no sitúa la conciencia en su mente, sus deseos, o su cuerpo físico. Él puede usar éstos si lo elige; y lo hace para ayudar a la humanidad, pero no es ahí donde su conciencia está enfocada. Está enfocado en lo que llamamos alma, que es ese aspecto de nosotros mismos que está libre de forma. Es en la conciencia del alma que nosotros funcionamos eventualmente en Capricornio, nos conocemos a nosotros mismos como iniciados y entramos en los dos grandes signos universales de servicio a la humanidad. Pues es interesante que, en Acuario, tratamos simbólicamente con animales a granel, ya que en ese signo Hércules tiene el trabajo de limpiar a fondo los establos de Augías, su primer trabajo como discípulo del mundo. Pero en Piscis captura, no al toro, sino a todos los bueyes, llevando a nuestra conciencia la idea de la universalidad del trabajo del mundo, de la conciencia de grupo, de la conciencia universal y del servicio universal. Si hubieras nacido en el signo de Capricornio, por favor no pienses que eres un iniciado. Deberemos poner énfasis en el sentido de la proporción y del estado de evolución. Los aspirantes, o sufren de un complejo de inferioridad que les hace sentir que no es posible hacer nada, o tienen una idea exagerada de su importancia; tiene un toque de conciencia del alma, pero sólo un minúsculo toque, lo cual ellos piensan que es el total y se vuelven envanecidos. Esto no muestra sentido de proporción. Este signo simboliza la tercera iniciación, la primera de las iniciaciones mayores.
En Mateo 17 leemos que Cristo llevó a tres discípulos, Pedro, Juan y Jacobo, a lo alto de una montaña y se transfiguró delante de ellos. Ellos “cayeron sobre sus rostros” y Pedro dijo, “Construyamos tres chozas”.
En la filosofía hindú esto es llamado “la iniciación del hombre que construye su choza”. Pedro, una roca o cimiento, es el símbolo del cuerpo físico. Jacobo, el engañador, simboliza la naturaleza emocional, la fuente de todo hechizo. Juan simboliza la mente, significando el nombre, “El Señor ha Hablado”. Ahí tienes el simbolismo de los tres aspectos de la personalidad, postrados sobre sus rostros delante de Cristo glorificado, en su transfiguración en Capricornio.
Significado del Signo
Este es el signo de la cabra: es un signo sobrehumano, un signo universal e impersonal. Todos los trabajos de Hércules hasta aquí han estado comprometidos con su propia liberación. Ahora entramos en tres signos que no tienen relación con sus realizaciones personales. Él es libre. Es un iniciado, un discípulo del mundo. Ha dado vuelta tras vuelta al zodíaco, ha aprendido todas las lecciones de los signos y trepado la montaña de la iniciación; ha sufrido la transfiguración; está perfectamente libre y así puede trabajar universalmente en tareas que no tengan ninguna relación consigo mismo. Trabaja como un ser sobrehumano en un cuerpo humano. Las grandes etapas de desarrollo en el sendero de la expansión, que nosotros llamamos iniciaciones, están grabadas en el cerebro y no te serán dichas por nadie. Yo nunca encontré a un verdadero iniciado que estuviera dispuesto a admitir que lo era, nunca. La marca de pureza del iniciado es el silencio. Capricornio es un signo triste, es el signo del sufrimiento intenso y la soledad, pues éstas son también señales del iniciado. La impersonalidad está basada en un logro fundamental de la personalidad. Se debe haber estado enormemente apegado antes de poder conocer el significado de la impersonalidad. Esto es una paradoja, pues no hay logro de ser impersonal sin haber tentación en lo personal. La impersonalidad que debemos desarrollar es una expansión del amor personal que tenemos por un individuo, por nuestra familia, nuestro círculo de amigos; es exactamente la misma actitud hacia la humanidad, pero no tiene nada que ver con el sentimentalismo. Podemos amar a toda la humanidad porque conocemos el significado del amor personal, y debemos brindar a todos el mismo amor que hemos dado a los individuos cercanos a nosotros. La impersonalidad no es impedir la entrada, levantar muros; es amar a todos porque somos capaces de ver a las gentes como realmente son, con sus faltas, sus fracasos, sus logros, con todo lo que hace de ellos lo que son, y viéndolos con mirada penetrante, amarlos lo mismo. En las Reglas del Camino está escrito. “Cada uno ve y conoce la vileza de cada cual. Y sin embargo no hay, con esta gran revelación, negación ni rechazo mutuo”, esa es la condición que se debe lograr en Capricornio. Lo que debemos desarrollar no llega endureciendo al corazón, ni con una tremenda separación, ni trepando a un pedestal. El discípulo del mundo no sólo hace lo que hizo Hércules, bajar al infierno para vencer a Cerbero, sino que trabaja entre los hombres todo el tiempo, interesado en su prójimo. Es impersonal. Me pregunto si esta impersonalidad no se refiere a nosotros mismos más bien que a otras personas. Nosotros hablamos acerca de ser impersonales en nuestro comportamiento. Si fuéramos absolutamente impersonales tratándose de nosotros mismos, nuestras reacciones hacia el prójimo serían justas.