El valor estético de la vida
Por Ralph M. Lewis, F.R.C.
Para todo ser humano, las experiencias de la vida caen dentro de tres grandes categorías. La primera es la biológica. Esta consiste de nuestros instintos y apetitos, incluyendo nuestras características genéticas heredadas. La categoría biológica de la vida es principalmente compulsiva en su influencia sobre nosotros. No podemos suprimir completamente nuestros apetitos e instintos sin tener efectos desastrosos en nuestro ser físico y mental.
Podemos tratar de comprender estas funciones biológicas y con ello refrenarlas. Podemos luchar para ser el maestro de nuestras fuerzas vitales en vez de ser manejados por ellas. El hombre debe observar el lado biológico de la vida como una tremenda fuerza dinámica. A este respecto es un fenómeno cósmico maravilloso, perfecto y misterioso. Pero una fuerza dinámica debe tener un propósito o su energía se desperdiciará. Nuestra responsabilidad es fijar metas.
Con relación a esto podemos usar la analogía de la llama de la vela. Las propiedades químicas de la vela y del aire mantienen la llama ardiendo. Pero, ¿por qué debería encenderse una vela? ¿Por qué debería seguir ardiendo la llama? Nosotros somos los que debemos relacionar un propósito con la función de tales leyes naturales. Encendemos la vela por razones simbólicas o prácticas. Sin embargo, si fuéramos a encender una vela y permitiéramos que ardiera sin propósito alguno, sería una pérdida de material y energía. Igualmente, debemos considerar la naturaleza biológica de nuestro ser y asignarle un propósito.
La segunda categoría en la cual recaen nuestras experiencias de la vida, es la sociológica. Usamos este término para indicar nuestras relaciones humanas. No vivimos solos, somos parte de una gran familia humana. La gran mayoría de nosotros no puede escapar a un lugar aislado o separado ni lo quisiéramos. Por lo tanto, existe una imposición sobre nosotros, ciertos deberes y responsabilidades respecto a nuestros semejantes. A su vez, necesitamos y exigimos cierta reciprocidad de parte de nuestros congéneres.
Esta categoría sociológica de la vida no es una compulsión de la naturaleza, más bien es algo que nosotros ideamos principalmente. Sin embargo, la forma u orden que le damos a nuestra sociedad se debe a dos influencias principales. La primera es el ambiente. Las condiciones climáticas determinan grandemente los hábitos y costumbres de la vida. Por ejemplo, los habitantes prehistóricos de algún lago alpino se enfrentaron a condiciones muy, diferentes de aquéllas experimentadas por los nómadas del desierto. El clima templado del valle del Nilo favoreció al surgimiento de la civilización mucho antes que lo hiciera el clima glacial de Europa.
Hasta la ubicación geográfica influye en el tipo de gobierno que el hombre establece para su sociedad. Por ejemplo, Grecia es una tierra dividida por muchas bahías y ensenadas, que con frecuencia están separadas la una de la otra por elevadas montañas. Los mares limítrofes tienen muchas islas. De este modo, los antiguos poblados griegos estuvieron más o menos aislados unos de los otros. En estos alrededores los griegos cultivaron un espíritu de independencia y confianza en sí mismos. Esto a la vez inculcó un fervor de libertad por parte de cada una de estas comunidades. De aquí salió la primera forma de democracia.
La categoría sociológica de vida es también un resultado de los ideales que los hombres persiguen. Como los hombres piensen, así vivirán. Si el fervor de un ideal es lo suficientemente fuerte, vencerá todo obstáculo. Un ideal que captura la imaginación de un pueblo, con el tiempo lo mueve a una acción colectiva. Este idealismo visto como una motivación, ha sido demostrado con frecuencia en la religión, la política y las costumbres sociales. No obstante, no todos los ideales han sido beneficiosos para nuestra categoría sociológica de la vida.
Un ideal es algo a lo que el hombre aspira. No todos los ideales son justos, algunos pueden ser impulsados por el miedo, la superstición o la intolerancia. Se ha instituido mucha persecución religiosa por un concepto erróneo, un ideal incorrecto. En nuestra categoría sociológica de la vida todos hemos conocido ideales previos que han sido modificados o abolidos. Hoy en día tenemos ideales políticos que dividen al mundo y cada uno de ellos tiene millones de seguidores. Por lo tanto, esta categoría sociológica de la vida que experimentamos es principalmente nuestra propia obra.
La tercera categoría de la vida que experimentamos es la estética. Es el orden más elevado de la vida, al extraer de ésta su más grande valor. Este valor de la vida, esta cualidad de la estética, es la belleza. ¿Qué es esta belleza y cómo la reconocemos? ¿Se hereda el sentido estético o lo adquirimos y lo desarrollamos? Todo logro magnífico del hombre en cualquier aspecto de su esfuerzo ha estado apoyado por un impulso estético.
¿Transmitimos la idea de belleza a todas las cosas de nuestro mundo a las cuales llamamos hermosas o las cosas despiertan dentro de nosotros la conciencia de la belleza? Estas son preguntas que los filósofos han estado considerando por siglos. La ciencia moderna en el campo de la psicología ha asumido igualmente la búsqueda de una respuesta a estas preguntas
Parece apropiado mencionar brevemente estas especulaciones y conclusiones antiguas y nuevas. Sócrates dijo que el amor es un mediador entre Dios y el hombre. Es la aspiración de lo incompleto hacia aquello que lo completará. Sócrates dice que el amor avanza paso a paso. Primero, existe el amor del cuerpo, la belleza física. Luego sigue la belleza de la mente y el alma. Finalmente, existe la belleza en sí misma, absoluta, separada, simple, eterna.
Platón nos dice que la alegría de la belleza es la imitación de la idea del bien. Esta idea está en armonía con el bien que concebimos. Poniéndolo de una manera simple, existen ciertos valores que concebimos como buenos. Entonces, lo hermoso es aquello que representa o está en armonía con las ideas del bien.
Emmanuel Kant dijo que lo hermoso tiene un carácter a priori. En otras palabras, la noción de lo hermoso es innata; es una cualidad que reside en el hombre. La forma que nos encanta tiene una relación externa con esta cualidad de belleza interna a priori que tenemos. No obstante, este sentido de belleza interno es amorfo. En consecuencia, no puede haber belleza que sea universalmente reconocida por todos los hombres. Expresado en forma simple, la plenitud de la belleza surge en conexión con los objetos que se relacionan armoniosamente con nuestra sensibilidad personal.
Jorge Santayana, un filósofo moderno, dijo que la estética es un placer objetivado. Quiso decir que ésta es una forma de empatía. En otras palabras, proyectamos nuestros sentimientos de placer a algún objeto.
El enfoque científico
Hemos considerado la noción filosófica de la estética. En realidad, los otros diferentes puntos de vista filosóficos son principalmente una narración distinta de las mismas o similares ideas. Ahora consideraremos un concepto científico de la estética y la belleza. Se sostiene que enfocamos el arte de acuerdo a las necesidades, habilidades y capacidades del organismo humano. Más específicamente, lo que necesitamos crea un deseo de nuestra parte.
Cualquier cosa que satisfaga ese deseo tiene una cualidad de belleza para nosotros. En otras palabras, cualquier cosa que sea agradable es una especie de belleza, si por ésta damos a entender aquello que es armonioso. Un sonido, un color o una forma pueden ser hermosos. Aún un sabor o un sentimiento pueden ser hermosos desde el punto de vista del placer.
La psicología estudió más profundamente el asunto de si la belleza es totalmente subjetiva, es decir, residente o relacionada en parte con las propiedades físicas del objeto al que consideramos bello. En un estudio científico, 4556 estudiantes universitarios fueron sometidos a un examen. Se descubrió que sus preferencias en colores estaban en este orden: azul, rojo, violeta, verde y anaranjado. Este orden de preferencia se encontró entre estudiantes de diferentes razas y culturas. ¿Por qué? La ciencia no dio una explicación excepto de que tal preferencia estaba relacionada probablemente con el organismo humano.
Podemos suponer además que esta preferencia se debió a la relación evolutiva gradual del hombre con su medio ambiente. Los colores que se prefirieron son los que destacan más comúnmente en los diferentes fenómenos de la naturaleza, los cuales experimentamos. Ejemplos comunes son: cielos azules, puestas de sol rojas y violetas, y follaje verde. Estos son lo que los hombres llegaron a adoptar al estar en armonía con sus sentimientos.
Además, los exámenes han demostrado que los extrovertidos tienden a preferir colores vivos. Esto se debe quizás a la capacidad del organismo para adaptarse a los diferentes grados de estímulo. Un extrovertido es más dinámico físicamente; tiene un impulso físico mayor. En consecuencia, los colores más vivos proporcionan ese estímulo al cual él está acostumbrado.
Por otro lado, el introvertido responde a colores discretos. Los colores más vivos son sobreestimulantes para él; no los consideraría hermosos, sino más bien chillones o aun irritantes. Los diferentes colores producen ciertos estados de ánimo. Consecuentemente, algunos colores han sido juzgados como: coléricos, calmantes, melancólicos, cálidos, vivos y así sucesivamente.
Nuestro propio subconsciente puede producir imágenes de belleza en nuestra mente. Por lo tanto, tratamos de descubrir en la naturaleza aquellas cosas que corresponderán a estas imágenes mentales. Cuando lo hacemos, decimos que ellas son hermosas. Este comportamiento se llama técnicamente formación de imágenes hipnagógicas. Una persona con una cualidad como ésta puede cerrar los ojos y experimentar todo un mundo de actividad visual. Se dice que muchos artistas expresan estar en deuda con este mundo interno de forma y color que ellos experimentan. Ciertamente la belleza de la poesía es una objetivación de la imagen mental de belleza que el poeta tuvo.
Por lo tanto, podemos hacer nuestro mundo más hermoso o podemos limitarlo a unos cuantos tipos de belleza física. La búsqueda de la belleza en la categoría estética de la vida empieza dentro de nosotros. Comienza con el sentido y la comprensión de la armonía interna y la sensibilidad de nuestro ser. Por lo tanto, consiste en cultivar los sentimientos más sutiles que tenemos. Cuando nos emocionamos psíquicamente en meditación por estas sensaciones más sutiles, entonces buscamos exteriorizarlas. Deseamos hacer a la materia, al mundo físico, asumir un orden, una forma que complementará nuestros sentimientos internos. Cuando hacemos esto, la categoría estética de la vida es magnífica.
Uno de los filósofos griegos citó un ejemplo de esta relación del mundo con el ser estético. El dijo que un escultor empieza con un bloque de mármol. Entonces imprime físicamente sobre éste el ideal de belleza, la forma que ve y siente dentro de sí mismo. La estatua sólo se vuelve aparentemente bella cuando corresponde a la belleza interna del artista.