HERMES
Nos referiremos ahora a Hermes, deidad clave en la tradición egipcia, griega y romana. Thot, el Hermes egipcio, que en Alejandría es conocido como Hermes Trismegisto, es decir, el poseedor de las tres cuartas partes de la sabiduría universal, es identificado igualmente con el Hermes griego y con el Mercurio romano. Siempre se ha considerado a este dios como una imagen de la transmisión, y a ello se debe que los atributos con que se lo identifica, cascos y sandalias aladas, estén relacionados con el viento. Una de sus características es la rapidez de su desplazamiento, lo que en Alquimia puede observarse en forma análoga con el metal del mismo nombre al que conocemos asimismo como Mercurio en su versión latina.
Bien se ha dicho que Hermes es eterno, así sea este o aquel el nombre que le han dispensado los distintos pueblos. Unánimemente es transmisor de enseñanzas y secretos, así se lo llame Thot, Enoch, Elías o Mercurio, como ya dijimos. Su revelación por el bautismo de la inteligencia se produce en aquellos que han encarado sin prejuicios ni muletas el Conocimiento y se han afiliado intelectualmente a su patronazgo; su invocación, concentración y aplicación de los distintos métodos de su ciencia establece una comunicación directa con esta altísima entidad, que se manifiesta internamente a cualquier grado en las individualidades dispuestas a ello. Como se sabe esta deidad se ha expresado –y lo sigue haciendo– en la historia de Occidente por medio de la Tradición Hermética y las disciplinas que la conforman.
Espíritu protector de los viajeros, de los comerciantes y peregrinos, su influencia se hace sentir como la energía aquélla que nos transmite los mensajes más rápidos y ligeros en el camino iniciático. Su poder es tal, que sin él nada sería, ya que como iniciador en los misterios de la vida y el cosmos, sus vibraciones protectoras –y también disolventes– actúan como un catalizador a los efectos del viaje del Conocimiento. Mercurio es sutil y ligero, pero al mismo tiempo lleva en su mano la vara del caduceo, símbolo del eje y de las dos corrientes que se enroscan simultáneamente en él. Su misión es específica, y nos aguarda en todas las encrucijadas de nuestros caminos. Su pensamiento es sabio y revelador, como bien lo atestigua el Corpus Hermeticum, uno de los documentos más excelsos de la Antigüedad emanado de la Alejandría de los primeros tiempos del cristianismo, y del que queremos extraer este texto:
"Puesto que el Demiurgo ha creado el mundo entero no con las manos, sino por la palabra, concíbele pues como siempre presente y existente y habiendo hecho todo y siendo Uno Solo, y como habiendo formado, por su propia voluntad, a los seres. Porque verdaderamente es este su cuerpo, que no se puede tocar, ni ver, ni medir, que no posee dimensión alguna, que no se parece a ningún otro cuerpo. Ya que no es ni fuego, ni agua, ni aire, ni aliento, pero todas las cosas provienen de él. Ahora bien, como es bueno, no ha querido dedicarse esta ofrenda sólo a sí mismo ni adornar la tierra sólo para él, sino que ha enviado aquí abajo, como ornamento de este cuerpo divino, al hombre, viviente mortal, ornamento del viviente inmortal."
P. Agartha
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