MEHIEL : Dios que vivifica todas las cosas.
He aquí que el ojo del Eterno se posa sobre los que temen y sobre los que esperan de su bondad.
MEHIEL : Espero de ti, Señor, que utilices mi talento
para instruir a los hombres
sobre las verdades eternas.
Las facultades que con el vivir he adquirido,
pongo, Señor, a tu disposición
para que vivifiques con ellas a los que duermen.
No abrigo otra ambición
que la de transmitir a mis hermanos
las bellezas de tu universo.
No es una tarea fácil
y sólo podré llevarla a cabo
si tú, Señor, me prestas tu inspiración.
Abro mi corazón y mi mente a tu soplo;
transítame, penétrame,
pon en ellos tu divina simiente.
MEHIEL exhorta :
El eterno me ha situado en esta parte de los cielos
para inspirarte, peregrino,
nuevas formas de vida.
La materia se desgasta con el servicio
y es preciso que constantemente,
nuevas formas desciendan del mundo de la mente.
En ti he atado el pensamiento a la emoción;
el brazo izquierdo al derecho,
de manera que las obras que salgan de ti
no vayan destinadas a unos o a otros, sino a todos.
No traiciones a una parte de mi mensaje
siendo un intelecto frío o un líder de masas exaltado,
a través de ti todos han de ver la armonía del universo;
han de sentir los contrastes,
han de percibir los matices.
De nada me serviría tu talento si tu único objetivo
fuera ser un hombre célebre.