MUSAS
Para todo pueblo existen entidades intermediarias, a veces son los dioses mismos, otras semidioses. Las Musas, habitantes del Olimpo, se cuentan entre los primeros.
Hijas de Zeus y Mnemósyne, su quinta esposa, con la cual se unió bajo la apariencia de un pastor, fueron engendradas en nueve noches distintas, lejos de los demás inmortales, con objeto de que hubiera quien celebrara la victoria de los Olímpicos sobre los Titanes.
Diosas de la Memoria (del cielo) y de la inspiración poética, se les atribuye el poder de dar los nombres convenientes a todos los seres. Guardianas del oráculo de Delfos, dicen "lo que es, lo que será y lo que ha sido".
Aunque han nacido en el monte Pierio, y visitan el Olimpo, donde alegran las fiestas de los inmortales con sus cantos con los que hacen resplandecer el palacio de su padre, gustan de reunirse en la cima del monte Helicón, desde donde se acercan en la noche hasta la morada de los hombres, que pueden oir así, en la quietud, la melodía de sus voces. Ellas comunican también a los olímpicos los males y sufrimientos de éstos, el canto de cuya creación es una alegría para Zeus.
Estas entidades femeninas, capaces de tomar indefinidas formas, y de no tomarlas, y de revelar a los hombres –si así ellas lo desean–, ya sea a través de la armonía de sus manifestaciones, o mediante el ritmo y el número, o directamente de su propia voz, los misterios de la generación de los dioses, del orden de la cosmogonía, de las hazañas de los héroes en busca del cielo y cosmizando la tierra, tienen el poder de transformar la realidad, pues la audición de sus cantos hace de lo sensible símbolo de la armonía del Alma del mundo, manifestación e imagen del dios polar, Apolo.
Ellas unen al hombre con lo sagrado porque están directamente vinculadas con el secreto y la armonía de la Creación (Cosmogonía) a la que revelan en el alma humana, donde la reproducen (poiésis = creación), y a la que conducen así al pie del eje que une los mundos, simbolizado en la fuente, la piedra, la encina, que aparecen al comienzo del canto de Hesiodo, la Teogonía. Como en el Museo, donde se hallan los productos de aquella audición y por lo tanto de la Memoria, al abrir un libro inspirado se abre también su templo, o mansión.
Aunque aparecen como vírgenes, algunas han tenido hijos con dioses u hombres; sin embargo los destinos de estos vástagos señalan como verdadero fin la generación espiritual, supracósmica; a veces en forma trágica, como es el caso de Lino, hijo de Urania y de un mortal, o bien de Apolo y Calíope –o Terpsícore–, a quien éste dió muerte al ser desafiado en el canto; otras, como exclusiva generación del amor, como el de Himeneo, nacido de la unión de Apolo y Calíope.
Siendo al comienzo tres, cuando los tiempos arcaicos, su número ha quedado fijado en nueve, según la Teogonía de Hesíodo, a quien ellas mismas la revelaron, y sus propios nombres están unidos a su función:
Clío: que preside la Historia, y que canta la "gloria" de los hombres y la "celebración" de los dioses, siendo sus atributos la trompeta heroica y la clepsidra.
Eutherpe: "la que sabe agradar", y que preside la música de flauta y otros instrumentos de viento.
Thalía: la comedia, "la que trae flores", o "la que florece", nombre también de una de las tres Gracias, representada con la máscara de la comedia y el bastón de pastor.
Melpómene: la tragedia, la que canta "lo que merece ser cantado", representada con la máscara trágica y la maza de Hércules.
Terpsícore: la música en general y la danza, la que "ama la danza", cuyo atributo es la cítara.
Erato: la poesía lírica y los cantos sagrados, acompañada por la lira y el arco, cuyo nombre procede de Eros, el primer dios que apareció después de Gea nacida de Caos y generadora de los demás dioses.
Polimnia: el arte mímico, la que inspira la unión de los "múltiples himnos", y se vinculan a ella la retórica, la elocuencia, la persuasión, representándosela con un dedo en los labios.
Urania: la "celeste", la astronomía, la contemplación de la armonía del cielo, representada con un trípode junto a ella.
Calíope: la poesía épica, la de voz "más bella" o "verdadera", la que reproduce la imagen del sonido primordial que se oye en el centro de todo ser, lugar que tan sólo después de determinado estadio del ciclo se encuentra simbólicamente en la cúspide de la Montaña (Helicón), la cual debe ascender quien realiza el camino de retorno, en tanto que el Olimpo es el lugar de los dioses inmortales (los estados supraindividuales del ser), montaña celeste a la que ellas mismas se dirigen desde la anterior, después de haber regalado a los hombres, mientras dejan oír tras de sí un "encantador sonido que surge de sus pasos".
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