Sin duda el lector que nos sigue atentamente ha de haber encontrado a lo largo de este curso varias y diversas dificultades. Eso es propio de cualquier aprendizaje, y se agrava en uno de este tipo, donde en algunas ocasiones se va contra muchas de las formas de ver propias del ser humano contemporáneo y de la sociedad que éste ha conformado (y en la que nos hemos criado), que no cree en la realidad del Espíritu, ni en la de otras posibilidades de la creación y el hombre, salvo aquellas estrictamente ligadas con la comprobación estadística, el análisis empírico, y la manifestación exclusivamente visible y fenoménica. En este sentido, nuestro interés por temas ocultos y espirituales puede crearnos algunas dificultades con respecto al medio, que no siempre comprenderá nuestra vocación, o nos creerá engañados y hasta faltos de razón. Esto viene a agregarse a nuestros propios tropiezos internos y a la aparición de dudas, incapacidades, pasiones latentes y desconocidas que surgen, vacilaciones, fobias, manías, etc., que yacen en el fondo de uno mismo y que comienzan a despertar –en la sabia economía del Universo– al par que nos iluminan otras tantas áreas con la luz que presta el conocimiento. Los símbolos revelan y velan a la vez.
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