LOS PEREGRINAJES
La aventura del Conocimiento se describe muchas veces como un viaje o peregrinaje. "Un viaje de mil millas comienza ante tus pies". Esencialmente, el peregrinaje se relaciona con la búsqueda del Centro del Mundo, donde se establece la comunicación interna con los estados superiores de uno mismo. Se trata de alcanzar la Patria Celeste, que es la verdadera morada del hombre, pues, como mencionan diversas tradiciones, el hombre es un extranjero en esta tierra. La palabra "peregrino" no quiere decir sino eso: extranjero. "Vosotros no sois de este mundo". Así, desde que intuimos que no somos de "aquí", la vida misma, con sus avatares, sus luchas, sus pasiones, luces y sombras, se convierte en un símbolo ejemplar de esa búsqueda interior. A partir de ese momento cualquier acontecimiento o suceso revelará siempre algo, se tornará significativo y simbólico.
Más concretamente, las denominadas peregrinaciones a los lugares santos o sagrados, se consideran como las etapas del proceso iniciático, vinculado a la idea de laberinto y de "perderse para encontrarse".
También las pruebas simbólicas de la Iniciación se denominan "viajes", en las cuales, además de la influencia espiritual que transmiten, se psico-dramatizan ritualmente las inhibiciones y tendencias negativas del ego, agotándolas al emerger al exterior. A pesar de sus múltiples dificultades, el peregrino, en su viaje interno y externo, recorre un camino arquetípico, en donde el símbolo es vivido (ritualizado) y se le revela con toda la potencia de su energía ordenadora permitiéndole conocer simultáneamente la realidad de un tiempo mítico, en el que lo prodigioso se hace coetáneo con la realidad horizontal.
Todo se da en la "rueda de la vida", espejo y receptáculo de las energías del cosmos, las que el peregrino, en efecto, ha de reconocer en sí mismo para llegar al centro o corazón inmóvil de la rueda, allí donde se produce la identificación con lo Universal y el retorno a su verdadero origen.
  
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