CABALA
Ya sabemos que las letras hebreas, como las de cualquier lengua sagrada, son simbólicas, y como tal hemos de considerarlas en nuestros estudios y meditaciones. En efecto, dichas letras tienen una forma ideogramática, es decir que expresan ideas y principios, íntimamente relacionados con los números y las figuras geométricas. Al mismo tiempo esas letras son sonidos articulados de un Verbo único, las cuales en sus múltiples combinaciones generan la totalidad del lenguaje, es decir de lo que puede ser expresado, pues lo inexpresable pertenece a lo puramente metafísico e inmanifestado.
Este es el caso de la letra Iod (o Yod), que constituye la primera del Tetragramatón, YHVH, el Nombre Divino inefable. Esa primacía está indicada por su misma pequeñez, que evoca un punto, o un germen, simbolizando así la esencia indivisible, oculta y secreta de la divinidad. Esto último la pone en relación directa con el centro geométrico, y por supuesto con la unidad aritmética, símbolos también del Principio inmanifestado. Asimismo, tenemos que el valor numérico de la Iod es diez, el cual expresa la totalidad de los aspectos creados, simbolizados por las diez sefiroth y los diez dedos de las manos, totalidad que está comprendida dentro de la propia unidad, pues 10 = 1 + 0 = 1. Por otro lado se dice que la letra Alef (que es la primera del alfabeto), está compuesta de cuatro Iod, estando entonces relacionada con el número 40, que a su vez se reduce de nuevo a la unidad, pues 40 = 4 + 0 = 4, y 4 = 1 + 2 + 3 + 4 = 10 = 1 + 0 = 1. Todo esto muestra las vinculaciones que existen entre el denario y el cuaternario, el primero simbolizando el desarrollo completo de la manifestación, mientras que el segundo expresa el vínculo que une esa manifestación a su principio, y viceversa. Esto mismo es lo que justamente simboliza la cruz inscrita en la circunferencia. Esta misma figura representa también los cuatro ríos del Pardés (o Paraíso), que emanan del centro del Arbol de la Vida, distribuyendo la unidad a todos los confines de la creación.
Por otro lado, es indudable la importancia que el número 40 tiene en la Cábala, pues representa a las diez sefiroth en los cuatro planos del Arbol. Pero además dicho número está relacionado con los cuarenta años que pasó Moisés en el desierto antes de que el pueblo de Israel penetrara en la tierra prometida. Número que es también el de un ciclo simbólico atemporal, pues estando todos los planos de existencia unidos entre sí, también tienen una expresión cronológica. Por último señalar que para los antiguos cabalistas el hombre comenzaba a comprender los misterios a partir de los cuarenta años, edad que indica la madurez necesaria para comprender las más profundas y secretas verdades.
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