Nota-clave: "Veo la meta. Alcanzo esa meta, y luego veo otra".
Alocución del Festival de Sagitario
Este momento en el ciclo anual, cuando el sol alcanza su punto más bajo en el hemisferio norte y parece permanecer inmóvil, tiene su significado desde los tiempos prehistóricos, como puede verse en las ruinas ancestrales de Stonehenge. ¿Por qué el solsticio de invierno tenía tal significado para el hombre de antaño? Como en todas las cosas, quizás existe una mezcla de conveniencia y espiritualidad. El comienzo del invierno y la mínima cantidad de luz solar significaba hambruna, pero también marcaba el comienzo del incremento de la luz, trayendo la renovación de la vida a la tierra.
El anhelo por la luz espiritual está también profundamente anclado en la conciencia humana. Una de las plegarias más antiguas que tenemos viene del Brihadaranyaki Upanishad de la India ancestral. Expresa la aspiración por la luz, por la vida y por lo real. Tomemos un momento para unirnos silenciosamente con nuestros compañeros, con el nuevo grupo de servidores del mundo, quienes conscientemente buscan ayudar a traer más luz al mundo y con nuestros compañeros reunidos en meditación, igual que nosotros, en todo el mundo. Entonces digamos juntos esta antigua plegaria.
“Condúcenos, Oh Señor
De la oscuridad a la Luz
De lo irreal a lo Real
De la muerte a la Inmortalidad”.
La necesidad de luz parece obvia para el neófito que desea saber y entender; sin embargo, el significado de la luz tiene una enorme profundidad y complejidad para el discípulo en entrenamiento. Para el neófito, la luz es buena y la oscuridad es mala. La luz trae sabiduría y comprensión, la oscuridad es ignorancia y maldad. Sin embargo, una de las Reglas para Discípulos e Iniciados, que se logra entender solo en un nivel avanzado de consciencia, dice que “la oscuridad es pura luz”. Este reconocimiento o entendimiento (llámelo como desee) es tan abrumador y omniabarcante que las distinciones y diferencias desaparecen. El discípulo se da cuenta que son solo el resultado de la actividad de la sustancia en su capacidad de construir formas y, consecuentemente, son ilusión e inexistentes desde el ángulo del espíritu que reposa en su propio centro. La única comprensión que queda es aquella del propio Puro Ser.
Para entender la importancia de la luz de Sagitario, tenemos que tratar de entender la razón de por qué la dirección es un tema clave en Sagitario -una herramienta de navegación tan importante. El símbolo de Sagitario es el arquero con su arco tensado firmemente y la flecha apuntando en la dirección de su objetivo. La luz de Sagitario es como la flecha, “un haz de luz enfocada y dirigida. En éste, el punto de luz se convierte en un haz de luz, revelando una luz mayor que ilumina el camino hacia el centro de luz”. Esto nos ayuda a entender por qué Sagitario es uno de los dos puntos de equilibrio en el zodíaco, siendo Libra el otro, y por qué la experiencia en Sagitario tiene que suceder sobre los planos de la Tierra. Sagitario marca un intervalo entre Escorpio, signo de prueba y desafío, y Capricornio, signo del ascenso a la cima de la montaña de la iniciación. Este intervalo ocurre sobre los planos de la tierra, donde la senda entre los pares de opuestos marcha en línea recta y uniforme dejando las profundidades de la experiencia de la personalidad y las alturas de la experiencia del alma a uno y otro lado. En este nivel del camino, el arquero necesita un sentido de dirección seguro, una visión clara de la meta para navegar su senda hacia una luz mayor.
El Tibetano hace una observación interesante cuando escribe sobre la necesidad de que el discípulo desarrolle “la capacidad de recibir la luz”. Esto sugiere que la luz que ingresa tiene que ser manejada de alguna manera, y este pensamiento permanece detrás de la nota clave de Sagitario – Veo la meta. Alcanzo esa meta y luego veo otra. La evolución espiritual se revela paso a paso, y ninguna etapa del camino puede ser evadida. Como lo expresa el Tibetano, “la revelación le llega paulatinamente, pasando de un gran punto de enfoque a otro, hasta que nada quede por serle revelado”. El discípulo avanza a medida que aprende a usar su mente como una linterna para penetrar dentro de nuevos campos de conciencia y reconocimiento. Esto requiere correcta interpretación y correcta relación con aquello que contacta y que ve, un proceso de asimilación y alineamiento que no puede ser apresurado.
La luz toma especial significación en el solsticio de invierno, el momento de mayor oscuridad en el ciclo anual. Tal como las estrellas son más visibles en el momento oscuro de la luna, así la luz necesita la oscuridad para revelarse. “En la luz las estrellas no brillan, pero en la oscuridad la luz no es difusa, sino que enfoca puntos de resplandor”. No habría oscuridad sin luz y no habría luz sin oscuridad. Sin embargo, este contraste es sólo parte de un gran misterio, porque se nos dijo que no hay luz u oscuridad para el alma sino sólo existencia y amor. El alma sólo conoce el ser, y la luz y la oscuridad son lo mismo para el alma. ¿Porque esto es así? parece que tiene que ver con que el alma es la relación entre el espíritu y la materia, la energía que une dos aspectos de lo que esencialmente es Uno. La oscuridad es puro espíritu, pero la Divinidad demuestra Su presencia en la materia a través de la luz. Un antiguo comentario lo expresa de esta manera: “De la oscuridad surgió la luz. De lo subjetivo emanó lo objetivo”. En las palabras del Tibetano, “Debido a la relación que existe entre la luz y oscuridad, lo invisible se hace visible, por lo cual podemos ver y conocer. El Cristo reveló como la luz del mundo esa realidad”.
Esto nos ayuda a entender algo del propósito espiritual de la ceguera. Se dice que la ceguera es un preludio a la iniciación, impuesta por el alma sobre los aspirantes apresurados, de manera tal que las lecciones de la experiencia de la conciencia, del discipulado y más tarde de la iniciación puedan ser asimiladas y expresadas correctamente. De esta manera, el buscador que se precipita es protegido de hacer progresos demasiado rápidos y superficiales. Se nos ha dicho que “el instructor interno y más tarde el Maestro buscan la intensidad y profundo arraigo”. Para lograr esto, la ceguera es inducida por el alma para velar la gloria, el prometido logro y la recompensa. El discípulo es vuelto sobre sí mismo. Todo lo que puede ver es su pequeño campo de experiencia y es a esta etapa a la que se refería el profeta Isaías cuando habló de los “tesoros de la oscuridad”. Se nos habló de que “la belleza de lo inmediato, la gloria de la presente oportunidad y la necesidad de abocarse a la tarea y el servicio, constituyen la recompensa para seguir adelante en la aparente impenetrable oscuridad”. Y cuando el discípulo lo hace, él ve la meta, alcanza la meta y luego ve otra. Paso a paso, desarrolla la capacidad de recibir luz -para usar su poder revelador en el servicio.
Piensen en lo que sucedería si pudiéramos ver la trayectoria completa de la senda de evolución que estamos recorriendo. Si supiéramos lo que se encuentra delante de nosotros, ¿viviríamos nuestras vidas más sabiamente? ¿O estaríamos simplemente abrumados por lo vasto de la Totalidad cósmica de la cual somos un pequeño átomo? El hombre, cuyo nombre significa “aquel que piensa”, es investido para traer luz a los reinos inferiores y eso sólo puede ser hecho cuando el hombre aprende a manejar y dirigir la luz dentro de sí. La Sabiduría Eterna dice que cada átomo, no importa cuan pequeño sea, está dotado con luz, con el principio de inteligencia. Pero estimular esta luz, despertarla, toma tiempo -tiempo para desarrollar la receptividad, tiempo para lograr la sensibilidad del despertar. Se nos ha dicho que “todo lo que es, ha estado siempre presente”, pero no podemos verlo. La ironía es que desde tiempos remotos, el hombre ha pedido luz, sin embargo no se ha dado cuenta que la luz ya está dentro de él. Esta fue la lección de Buda, él enseñó que es inútil buscar esta luz fuera de nosotros -en una doctrina o en un instructor. En cambio, necesitamos despertar a la luz que existe en nuestro interior, crear las condiciones que la llevarán a manifestarse.
Tal vez por esto es que los grandes Maestros han trabajado siempre con el método de las insinuaciones. En lugar de enseñar la doctrina completa, punto por punto, dar una insinuación permite al discípulo tomar una semilla de la verdad y alejarse y reflexionar sobre ella, aplicarla a su vida, experimentar las consecuencias de aquella insinuación y aprender para asentarla profundamente en su conciencia antes de volver por más instrucción. Reflexionar sobre la necesidad de este proceso puede explicar por qué el compromiso espiritual es un arte refinado que el discípulo debe aprender.
Hemos oído mucho sobre compromiso en las discusiones políticas de las recientes semanas. A menudo se ve como un signo de derrumbamiento, de sacrificar los propios principios y valores; sin embargo, los políticos más exitosos parecen ser aquellos que entienden la necesidad de esto y saben cuando el tiempo lo requiere. Detrás de su reconocimiento se encuentra una verdad espiritual importante. El deber y la responsabilidad del discípulo es trabajar bajo la inspiración del ashrama, para “modificar, cualificar y adaptar” el plan. El Tibetano dice “Existe el arte de la contemporización espiritual, que debe ser aprendido y que es muy difícil de dominar, porque anula el fanatismo, implica una comprensión de las medidas y verdades aplicadas y también impide evadir las responsabilidades; involucra además la comprensión de la ecuación tiempo, de las diferentes etapas de evolución y de la experiencia durante el proceso de descartar lo caduco e innecesario –por muy bueno que parezca”.
Mientras el discípulo hace esto, descubre que cada etapa (cuando es una experiencia real) le permite ver el Plan desde el ángulo del Ashrama y del Maestro con creciente claridad. Se nos ha dicho que, eventualmente, surge el momento en que el discípulo llega al mismo corazón de las cosas y está tan cerca del corazón del Maestro que el plan jerárquico se convierte en algo que él comparte y donde contribuye.
Dice El Tibetano que existen dos tipos de compromiso. Hay un compromiso por la búsqueda de la conveniencia, y esto es usualmente el lado menos deseable, lo más material y más fácil. Existe también el compromiso que hace oscilar la decisión gradualmente hacia los valores espirituales, lo cual lleva al mayor bien para el mayor número. Es este el arte de compromiso que el discípulo tiene que aprender, porque poco se gana por la imposición de los valores espirituales. Él dice: “El compromiso a ser establecido por el discípulo se encuentra entre el reconocimiento de la etapa alcanzada por la humanidad común y los aspectos inmediatos del Plan que los Maestros creen que deben ser presentados y reconocidos por todos”.
Se requiere tener un compromiso sólido hacia la meta para poder comprometerse sin perder de vista el objetivo. Quizás por esto se dice que los mejores líderes nunca se alejan mucho de la gente. Pueden reconocer el grado de cambio necesario en su sociedad y calibrar el tiempo justo para traer el cambio necesario sin que la sociedad entre en pánico, ni desatar fuerzas negativas como respuesta.
Los discípulos deben aplicar esta misma cualidad en el sendero. El problema de los discípulos es que deben trabajar a través del mecanismo de un cerebro y por lo tanto con el sentido del tiempo y espacio. “Los discípulos, más que nadie, cometen errores en relación al tiempo”. El Tibetano dice: “El tiempo es sólo una palabra para el diario vivir, lo eventual”. Y agrega, una insinuación intenta dar un sentido de dirección, encender el poder de avanzar. Se dice que el iniciado sabe porque trabaja, y no lo contrario. Tal vez por eso Cristo dijo a sus discípulos que si querían conocer la doctrina, debían hacer la voluntad de Dios. Dicho en otras palabras, realizar lo que sabes hacer antes de pedir más consejo.
Nunca es fácil tener un sentido de dirección al enfrentar una situación, un paso adelante, para lo que no tenemos experiencia. Sumada a esta dificultad, la complicación del mundo actual, en el cual existen una multitud de opciones, una sobrecarga de información para manejar y, además, el poderoso impacto de la fuerza de Shamballa, la energía de la síntesis que es tan nueva para la humanidad. Quizás, el logro de los antiguos Polinesios que se establecieron en las Islas del Pacífico eones atrás, nos dé alguna revelación. ¿Se han preguntado cómo lo hicieron, navegando en pequeños botes y cruzando increíbles distancias sobre el océano antes de llegar a islas no habitadas? Usaron las estrellas, las constelaciones como sus guías. Tenían un gran conocimiento de astronomía y tenían un enfoque inquebrantable. Este es el regalo de Sagitario: enfoque, un sentido de dirección y la buena voluntad de comenzar un viaje sin ninguna certeza de la meta final, sólo una necesitad de avanzar en conciencia, hacia una mayor luz.
De esta manera, el progreso evolutivo tiene un impulso inherente hacia la luz, una luz innata en todas las formas. “Lo mismo sucede en la planta que se abre camino de la oscuridad del suelo a la luz del sol; en el niño que se desprende por impulso de la vida, de la matriz de la madre; en el ser humano que se esfuerza por ir hacia los reinos de mayor conocimiento y en el discípulo que penetra en el reino de la luz y vida del alma. Este evolutivo impulso hacia adelante, en el Camino Iluminado, de la oscuridad a la luz, de lo irreal a lo real y de la muerte a la inmortalidad, es un anhelo innato en todas las formas”. Constituye un gran misterio que lleva al átomo más pequeño a convertirse en el Ser más exaltado dentro de nuestro sistema solar. Dentro de cada forma permanece la luz.
Nuestra meditación cada mes tiene el propósito de “Dejar penetrar la luz” creando un canal en la conciencia para que las energías espirituales de la luz y el amor afluyan en el mundo, dándole dirección y propósito a la vida en la tierra. Esta es la tarea de la humanidad como reino mediador y puente. Trabajemos ahora en la meditación con nuestra nota clave: Veo la meta, alcanzo esa meta y veo otra.
FESTIVAL DE SAGITARIO
Nueva York, Diciembre 20 de 2010
Sarah Mckechnie.