NANAEL : Dios que rebaja a los orgullosos.
Yo sé, ¡Oh Eterno! que tus juicios son justos y que es tu verdad la que me ha humillado.
NANAEL : Enséñame, Señor, tu divino orden,
muéstrame el engranaje que mueve tu justicia,
revélame la particularidad de tus leyes, de tus normas,
a fin de que pueda, en la Tierra,
ser el ejecutor de tu sublime mandato.
Ayúdame, NANAEL, a encontrar el retiro propicio
para que tú y yo podamos comunicarnos.
Allí estableceré el santuario,
allí honraré al Eterno;
allí construiré la escalera de 72 peldaños
para que las divinas jerarquías puedan subir y bajar.
Allí generaré las doce tribus divinas
que han de establecer en el mundo tu esplendoroso reino.
NANAEL, no dejes que tu luz me ciegue
y haga de mí un ser orgulloso e insolente.
En todo momento y en todo lugar quiero ser
de tu designio, el humilde artesano.
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