"Aunque sea deseable que cada uno reconozca sus faltas y se arrepienta, esto no es suficiente. Aunque los remordimientos y las lágrimas que a veces conllevan, contribuyan a purificarnos, para ser perdonados debemos reparar. En el Zohar se dice que cuando Dios creó la penitencia, le dijo: «Cada vez que los hombres recurran a ti, deberás borrar sus faltas.» Pero éstas no se borrarán realmente hasta que no «hagamos» penitencia. La penitencia supone la actividad y no la pasividad. Cuando comprendemos que hemos obrado mal y el motivo por el cual hemos actuado mal, es necesario reparar los errores, y sobre todo ponerse a trabajar. Lamentándose y dándose golpes en el pecho, no se repara nada en absoluto y nos convertimos incluso en una carga para los demás. La salvación no está en el remordimiento, sino en el trabajo. "