En el acápite 50 de este Módulo, bajo el genérico de "Alimentación y salud", hemos advertido sobre ciertos errores y modos de ver literales que pueden constituirse en verdaderos obstáculos del Conocimiento. Se trataba allí de temas como el de la substitución de lo sobrenatural por lo natural y de equivocados conceptos sobre la salud-enfermedad (relacionados de modo simplificado con el bien y el mal) y asimismo con erróneos criterios acerca del "misticismo" y la "espiritualidad", emparentándolos con determinadas prácticas profilácticas e higiénicas y aun con algún tipo de moral (equivalente a meras sensiblerías y devociones) en substitución del auténtico camino, portador de los secretos de la Ciencia Sagrada. Estas equivocaciones poseen un factor denominador común: la pretensión de materializar lo espiritual (aun con buen ánimo, a saber: hacerlo más accesible, lo que de todas maneras es una imposibilidad), error que es propio de la sociedad actual, que cree exclusivamente en el materialismo, que quiere ser profana y desacralizada y que no hace otra cosa que negar al Espíritu, comulgando con lo que no es. A continuación nos referiremos a ciertas apreciaciones tocantes a espíritu-alma-cuerpo y también a lo que puede comprenderse por lo interno-externo; porque pensamos que alrededor de estos temas pueden producirse confusiones, algunas de ellas derivadas de problemas de terminología, las más de apreciaciones módicas, seguramente enraizadas en ideas limitadas, de aquellas que circulan hoy tan profusamente.
En primer lugar diremos que el binomio espíritu-cuerpo no es tal para la Doctrina Tradicional, la que reconoce un tercer elemento, el alma (el ánima o psiquis) entre ambas. En términos del código cabalístico en que nos estamos expresando y que nuestro lector conoce, diremos que la primera tríada, con Kether a la cabeza, o sea el plano de Atsiluth, podría ser equiparado al espíritu, mientras que el deAsiyah y el reino de Malkhuth se asimilarían al cuerpo. El alma (ánima o psiquis) sería lo que los cabalistas denominan las seis sefiroth de "construcción", o sea el gran plano intermedio, subdividido a su vez en dos mundos: el de Beriyah y el deYetsirah, el psiquismo superior y el inferior, respectivamente. Como ya nuestro lector sabe, todos estos planos se complementan y conforman las emanaciones del "Uno sin par" en el seno de la manifestación. Sin embargo la cultura moderna, sobre todo después de Descartes, ha establecido una dualidad antinómica entre espíritu-cuerpo (excluyendo siempre a uno en beneficio del otro), por lo que se ha llegado al desconocimiento del verdadero Espíritu, el cual ha sido suplantado por el alma (lo anímico o psíquico) como una impostura de lo espiritual. Todo esto agravado por el hecho de que en los tiempos que corren este psiquismo se expresa mucho más en su grado inferior que en el superior. Sin embargo, –pese a este engaño del alma que se hace pasar por el espíritu, sobre el que luego volveremos– los términos contemporáneos de espíritu y cuerpo son lo suficientemente gráficos y claros para que podamos decir algo al respecto. Sobre todo cuando en la actualidad hay una serie de "escuelas" que han acuñado ciertas frases publicitarias como "ama tu cuerpo", las que son objeto de admiración y hasta de culto, al igual que el cuerpo físico al que se refieren y con el que pretenden ¡oh paradoja! pasar a otros "estados" (a los que ellos virtualmente niegan), por una especie de "creencia" que supone que por medio de la exaltación reiterada y mecánica de la materia se puede llegar a algún lado que no sea al propio culto a lo corporal, a lo relativo y limitado, lo que equivale a la exaltación de uno de nuestros egos, tan falaz como los otros. En este sentido debe decirse que espíritu y cuerpo están invertidos el uno con respecto al otro. Desde el punto de vista del espíritu, éste es lo primordial. Desde el ángulo de visión del cuerpo, él es el primero. Asimismo desde Kether, Atsiluth es el primer plano y Asiyah el último. Desde Malkhuth, Asiyah es principal y Atsiluth final.
Queremos aclarar que en ningún texto sagrado tradicional se habla de "ama a tu cuerpo", concepción imposible de encontrar en la Antigüedad, aunque no desconocida por ella. Hay ejemplos notorios de lo contrario; en el Evangelio cristiano, verbigracia, el primer gran mandamiento es el de amar al Señor (tu Dios) por sobre todas las cosas. Estas palabras tienen por otra parte una razón esencial de ser y son prevenciones que no hay que olvidar: la de la primacía del orden espiritual sobre el orden corporal-material-superficial, lo que siempre se debe recordar para no caer en la equivocación social que hoy nos ha tocado vivir. También queremos incidentalmente decir que lo que actualmente muchos entienden por "sentir", como garantía de certeza, es sumamente relativo. Ese "sentir" que es su garantía podría estar tan condicionado como el "pensar" o el "creer" en la sociedad de consumo o en cualquier otra nimiedad o asunto. El "sentir" puede ser sólo una exaltación desmedida del ego, y se llega a "sentir" –y a fomentar ese "sentimiento"– por casi cualquier cosa. Los sistemas totalitarios y las canchas de fútbol han dado buen ejemplo de ello.
Lo mismo sucede con lo interno y lo externo. Tal vez sea sencillo para algunos decir qué es lo externo, asociándolo a su corporalidad. Pero ¿qué es lo interno? Lo verdaderamente interno ¿sería el plano de Yetsirah, asociado a nuestro psiquismo inferior, o aun el de Beriyah ligado al superior? ¿O serían esos dos mundos sólo peldaños para arribar a nuestro auténtico Ser? ¿No sería lo más interno lo más auténtico y profundo y también lo más desconocido?
No es a través de lo "natural" que los pueblos y los hombres han conocido lo sobrenatural, sino al revés: de lo sobrenatural, es decir, de la comprensión de la Unidad Trascendente y Eterna, y aun del No-Ser metafísico, es que han derivado sus conductas y apreciaciones sobre ellos mismos, lo que equivale a entender su propia naturaleza y la del mundo que los rodea. Igualmente, no es por intermedio del "cuerpo" –y menos aún de lo que se entiende hoy día por lo corporal– que se llega al Espíritu, sino que por el contrario, una visión literal y fija de la corporalidad conforma un obstáculo definido para la percepción de lo auténticamente espiritual. Y mucho peor todavía es lo que ocurre cuando se separa netamente al cuerpo del espíritu, otorgándole a este último características que caen directamente en el plano de lo anímico, lo que equivale a confundir lo psicológico y sus complejos vericuetos con la verdadera espiritualidad.
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