Pensamiento del martes 10 de septiembre de 2013.
"Habéis hecho daño a alguien y le pedís disculpas. Eso está muy bien, pero debéis también reparar los daños, y sólo entonces estaréis en paz con él. Decir al que habéis perjudicado: «Lo siento, perdóname...», no basta, y la ley divina os perseguirá hasta que hayáis reparado el mal. Diréis: «¿Y si esta persona a la que he perjudicado me perdona?» No, la cuestión no se resuelve tan fácilmente, porque la ley es una cosa, y la persona otra. Quizá la persona os haya perdonado, pero la ley, en cambio, no os perdona, os persigue hasta que hayáis reparado. Evidentemente, el que perdona da pruebas de nobleza, de generosidad, escapa a los rencores, a los tormentos que le habrían mantenido en las regiones inferiores del plano astral. Si Jesús nos pide que perdonemos a nuestros enemigos, es para que logremos liberarnos de los pensamientos y de los sentimientos negativos que nos disgregan. Pero el perdón no resuelve la cuestión: el perdón libera a las víctimas, a aquéllos que han sido maltratados, perjudicados, pero no libera a los culpables, a los que han cometido las faltas. Para liberarse, el culpable debe reparar."
Omraam Mikhaël Aïvanhov
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