"Un Maestro espiritual
se esfuerza en ver en los seres las divinidades que aún no son. No le
interesa lo que son ahora. Cada vez que les ve, piensa en esta chispa divina
que hay enterrada en ellos y que espera el momento en que, por fin, le den
la posibilidad de manifestarse. He ahí la expresión más elevada del amor:
saber conectarse con la chispa divina en cada criatura para alimetarla y
reforzarla. ¡Qué diferentes serían las relaciones entre los humanos
si, ellos también, cuando se encontrasen, pensaran que el hombre o la
mujer que tienen ante ellos, es el depositario de una chispa que ha brotado
del fuego divino! Incluso en un criminal hay que buscar esta chispa para
tratar de reanimarla. No siempre es posible, pero al menos hay que
intentarlo. No siempre sabemos por qué ciertos seres se dejaron arrastrar por
una mala pendiente, ni tampoco sabemos lo que podría enderezarlos y
reanimar súbitamente la chispa que hay en ellos. Por eso nunca hay
que emitir juicios definitivos sobre lo que son."