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General: EL VIAJE A ORIENTE (24 y 25)
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Evaristo  (Mensaje original) Enviado: 12/01/2014 16:55

EL VIAJE A ORIENTE

 Hermann Hesse


Continuación... (24)


 

Al día siguiente, cuando, tras muy entrecortado sueño, volví en mí, no sin dolor de cabeza, pero muy bruscamente, hallé, con gran sorpresa y con alegría algo perpleja, a Leo en mi habitación. (1) Estaba sentado en el borde de una silla y parecía esperar desde mucho antes.

 

-¡Leo! - exclamé - ¡ha venido usted!

 

-Me han enviado - dijo - de parte de la Orden. Usted me escribió al respecto y yo remití su carta a los superiores. Le espera la Sede Suprema. ¿Vamos? (2)

 

"Muy turbado, me calcé con prisa. La mesa revuelta conservaba su aspecto devastado de la noche. En ese momento ignoraba qué había escrito horas antes con tan violenta inquietud. De cualquier manera no parecía haber sido inútil. Algún efecto había producido la venida de Leo.

 

“Y de pronto comprendí, por fin, el sentido de sus palabras. Había aún una "Orden", de la que yo ignoraba todo, existente sin mí, que me consideraba ajeno a ella. ¡Existían la Orden, la Sede Suprema, los Superiores, que mandaban a buscarme! (3) Me estremeció la noticia. Así, pues, yo había vivido semanas y meses en aquella ciudad, haciendo apuntes sobre la Orden y nuestro viaje, ignorante de si en alguna parte quedaban todavía restos de esa Orden y de que yo, quizá, fuera el último sobreviviente;(4) sí, con franqueza: por momentos dudé de que la Orden y mi afiliación a ella hubiesen sido realidad. Y he aquí que la Orden enviaba a Leo a buscarme. Me recordaban, me llamaban, querían escucharme, quizá obligarme a que me justificara. Pues bien, yo estaba dispuesto a probar que no había sido infiel a la Orden; a obedecer. Que los Superiores me castigasen o perdonasen, yo, anticipadamente, estaba pronto a aceptarlo todo, a darles la razón en todo.

 

“Partimos, Leo iba delante y, como antaño, al ver su porte, admiraba cuán perfecto servidor era. Con su habitual paso elástico, con una como paciencia, iba por las calles precediéndome, mostrándome el camino, en su papel de guía, cumpliendo su misión, totalmente dado a su tarea.(5) Y, sin embargo, no sometía mi paciencia a fácil prueba. La Orden me había llamado, la Sede Suprema me esperaba, todo se movía para mí, todo mi futuro se decidiría, todo mi pasado iba a tener un sentido o a perderlo para siempre; temblaba de ansiedad, de alegría, de angustia, sofocado de inquietud, y el camino que Leo me hacía seguir parecía a mi impaciencia insoportablemente largo (6), pues debí seguir a mi guía durante más de dos horas y dar las más extrañas y, a mi parecer, caprichosas vueltas. Dos veces me hizo esperar ante una iglesia, a la que entró para orar; abstraído en su contemplación, estuvo un rato, que me pareció interminable, ante la Municipalidad, y me habló de su creación en el siglo XV por un miembro de la Orden, y aunque pareció dado a seguir su camino con celo y seguridad, me enloquecía con tantas vueltas y revueltas como daba para acercarse a su meta. Habría podido hacer en un cuarto de hora aquel camino que nos llevó toda la mañana.(7)

 

 

(Continuará...)

 

CLAVES MÁGICAS:

  1. Al día siguiente, cuando, tras muy entrecortado sueño, volví en mí, no sin dolor de cabeza, pero muy bruscamente, hallé, con gran sorpresa y con alegría algo perpleja, a Leo en mi habitación.” Esta frase no hay que leerla ni dejarla pasar a la ligera, pues es la CLAVE de todo lo que se expondrá en esta segunda parte del “Viaje a Oriente”. El libro de Hermann Hesse no tiene capítulos, fue escrito para ser leído de una sola vez, no hay separaciones. Pero nosotros, que entendemos el significado de las palabras escritas en clave simbólica, observamos que la historia que en él se narra puede dividirse en tres partes, etapas o capítulos: la primer parte podría denominarse RECUERDOS DEL VIAJE, la segunda parte sería la BÚSQUEDA DE LA ORDEN y la tercera parte sería el ENCUENTRO CONSIGO MISMO. Este es el orden natural de la realización metafísica: Teoría, Práctica y Magisterio. La Teoría se corresponde con los RECUERDOS; la Práctica se corresponde con la BÚSQUEDA y el Magisterio se corresponde con el ENCUENTRO. Les pido ahora que analicen los hechos que a partir de este momento, transcurrirán en una dimensión espiritual. Pregúntense: ¿cómo es posible que Leo apareciera en la habitación de Hermann Hesse, si no sabía dónde vivía? ¿Cómo ingresó a su casa, a su habitación, si no tenía llaves de la casa de Hermann Hesse? Por último, ¿cómo llegó a sus manos una carta que fue depositada en un buzón la noche anterior, y que debía esperar por lo menos al día siguiente, para ser llevada al correo y poder ser entonces, entregada a Leo? Estos hechos no son naturales, no son materiales. Corresponden a un orden más allá de lo físico, y deben ser entendidos y comprendidos como mensajes simbólicos dirigidos a los Iniciados que lean el “Viaje a Oriente”. El Leo que aparece en la habitación de Hermann Hesse no es un ser humano, no es un cuerpo físico. Quien se presenta en la habitación de Hermann Hesse es un Iniciado en su cuerpo astral, o cuerpo psíquico, para conducirlo astralmente a un encuentro que tendrá lugar en un plano espiritual, no humano en el sentido terrenal. Este tipo de apariciones – pues de hecho, estamos en presencia de una aparición – han sido narradas por muchos esoteristas y fundadores de Órdenes y Fraternidades. Es la aparición del Maestro, evento inequívoco y sólo sensible para la persona que ha recibido la visita, pues es imposible que existan testigos de un hecho íntimo entre un Maestro y su Discípulo.
  2. “Me han enviado de parte de la Orden. Usted me escribió al respecto y yo remití su carta a los Superiores. Le espera la Sede Suprema. ¿Vamos?” Esta es una etapa onírico-iniciática. La noche anterior Hesse dejó la carta "en un buzón", y al día siguiente se despertó con Leo que le dice que "remitió su carta a los superiores". Esto es imposible en la dimensión física, pero posible en la dimensión metafísica. Leo, el Iniciado, captó los pensamientos de Hermann Hesse sin necesidad de leer físicamente la carta que escribiera Hesse. Los “Superiores” que menciona Leo son los miembros del Consejo Supremo de la Orden, Superiores Incógnitos o Superiores Desconocidos que simbolizan la realización a la que aspiran todos los estudiantes en los distintos senderos iniciáticos. Observen que el “¿Vamos?” de Leo a Hesse equivale a la pregunta que en los antiguos Templos se hacía a sus postulantes antes de permitírseles ingresar:  “¿Estás listo?”. Pregunta simple que solo puede ser respondida con un sí o con un no. En otras palabras, avanzando o retrocediendo.
  3. “Había aún una "Orden", de la que yo ignoraba todo, existente sin mí, que me consideraba ajeno a ella. ¡Existían la Orden, la Sede Suprema, los Superiores, que mandaban a buscarme!”. Esta es la Orden sobre la cual Carlos de Eckartshausen en su libro “La Nube sobre el Santuario” nos dijo: Entre tanto, una Escuela más elevada ha existido siempre a la que ha sido confiado este depósito de toda Ciencia, y esta Escuela era la COMUNIDAD INTERIOR Y LUMINOSA DEL SEÑOR, la SOCIEDAD DE LOS ELEGIDOS que se ha propagado sin interrupción desde el primer día de la creación hasta el tiempo presente”…”Esta COMUNIDAD DE LA LUZ era llamada en todos los tiempos la IGLESIA INVISIBLE E INTERIOR, o la COMUNIDAD MÁS ANTIGUA”…”Esta COMUNIDAD DE LA LUZ existe desde el primer día de la Creación del mundo y su duración se prolongará hasta el última día de los tiempos. Es la SOCIEDAD DE LOS ELEGIDOS que conocen la Luz en las tinieblas y la separan en lo que tiene de propio. Esta COMUNIDAD DE LA LUZ, posee una Escuela en la que el espíritu de sabiduría instruye por sí mismo a los que tienen sed de Luz, y todos los misterios de Dios y de la Naturaleza se conservan en esta Escuela para los Hijos de la Luz”. El conocimiento perfecto de Dios, el conocimiento perfecto de la Naturaleza y el conocimiento perfecto de la Humanidad, son los objetos de la instrucción de esta Escuela”.
  4. “yo había vivido semanas y meses en aquella ciudad, haciendo apuntes sobre la Orden y nuestro viaje, ignorante de si en alguna parte quedaban todavía restos de esa Orden y de que yo, quizá, fuera el último sobreviviente;” Existe una serie de proverbios iniciáticos que dicen: “Busca y encontrarás”, “Golpea y se te abrirá”, “Pide y se te dará”. Eso fue lo que hizo Hermann Hesse cuando se decidió a buscar nuevamente la Orden. Encontró rápidamente a Leo o mejor dicho, se le permitió encontrar a Leo y luego Hesse dejó una Súplica de Admisión (la carta en el buzón). La Súplica fue leída y aprobada por el Consejo Supremo de la Orden, y se le permitió reingresar en ella. Esta Clave nos debe dejar la enseñanza de que podemos estar años estudiando los aspectos externos de una Escuela, pero no es sino hasta el preciso momento en que tomamos la decisión de “Golpear y Pedir” la admisión a una Orden Tradicional, que se abren las Puertas para el buscador sincero. Los historiadores podrán buscar inútilmente en viejos periódicos y en archivos gastados, cualquier rastro de Ordenes,      Fraternidades e Iniciados. Pero su trabajo será en vano porque las Órdenes no están muertas, sino que existen aunque no las veamos. Ellas están presentes y se hacen visibles para aquellos que han desarrollado la capacidad de percibir mayor Luz.
  5. “Leo iba delante… admiraba cuán perfecto servidor era… mostrándome el camino, en su papel de guía, cumpliendo su misión, totalmente dado a su tarea.” La misión del Iniciado es mostrar el camino a los que vienen detrás, a los Buscadores, a los Estudiantes, incluso a los Rezagados. El Servicio es la disposición de ánimo para ofrecer sin esperar recompensa, excepto la satisfacción de cumplir fielmente e integralmente. Los Maestros sirven, y esperan que sus Discípulos aprendan a servir. Pero deben entender que servir no es proporcionar lo que el Discípulo pide, sino que es algo mucho más sutil y es dar aquello que el Discípulo necesita. Muchas veces los estudiantes piden cosas materiales, que son innecesarias para el desarrollo del alma, y en consecuencia, jamás las obtienen. Entonces se desaniman y abandonan el sendero esotérico, pues sus demandas no han sido satisfechas. Una tarea de sicología esotérica a ser emprendida por todo estudiante sincero, es entender que lo que necesita casi nunca es lo que quiere. ¿Qué es lo que hace Leo?...¡Muestra el camino a Hesse!; lo conduce a la Sede Suprema de la Orden, y es feliz cumpliendo su deber.
  6. “el camino que Leo me hacía seguir parecía a mi impaciencia insoportablemente largo”. Uno de los aspectos sicológicos negativos, de los estudiantes esotéricos es la impaciencia que sienten por obtener resultados objetivos de sus desarrollos subjetivos. Cuando ingresa un nuevo miembro a una Orden, el mismo está lleno de preguntas, de esperanzas y lamentablemente también está lleno de fantasías. Los estudiantes se desaniman cuando observan una escala de grados extensa, lo cual es en sí, una prueba de la paciencia. Ningún estudiante esotérico podrá progresar si es impaciente, porque la impaciencia mueve el pensamiento de un lado para el otro, y no deja reposar la mente para que se transforme en el estanque que es reflejo del Espíritu, donde pueda mirarse y sumergirse en sí mismo. Cuando ingresamos en una Orden no debemos pensar cuan lejos estamos del último Grado, sino que debemos agradecer a Dios la oportunidad de trabajar en el Grado en que hemos sido recibidos. Pensar en qué habrá en el último Grado o en los últimos Grados es el equivalente occidental a la vieja parábola hindú del Maestro, el Asno y el Discípulo: había una vez un discípulo que se esforzaba por fijar su pensamiento en el Atman, pero sentía que no podía lograrlo de ninguna manera. Entonces le pidió a su Maestro que le revelara el secreto de la concentración en el Atman. El Maestro le dijo “cuando dejes de pensar en un asno, podrás concentrarte en el Atman”. “Qué  raro- pensó el discípulo -, no tengo que pensar en un asno”, “Con qué facilidad podré entonces concentrarme en el Atman”. Pero entonces el discípulo se dio cuenta que estaba pensando en el asno, y no podía concentrarse en el Atman. Probó una y otra vez, y finalmente fue a ver a su Maestro, y le dijo preocupado: - Maestro, desde que me has dicho que no debo pensar en un asno, cada vez que me siento a concentrarme en el Atman, recuerdo tus palabras y pienso en un asno! ¿Para qué me has dicho que no tenía que pensar en un asno? – Ahora siento que jamás podré concentrarme perfectamente en el Atman. Entonces el Maestro le respondió: el problema no reside en que pienses en un asno cuando quieres concentrarte en el Atman. Tu problema es que no te concentras en el Atman cuando piensas en un asno.” Así les sucede a muchísimos miembros de las Órdenes Esotéricas: en vez de concentrarse en el Grado en que se encuentran, se ponen a pensar en los Grados que están más allá del que tienen, alejándose de la realización efectiva del grado alcanzado.
  7. “Dos veces me hizo esperar ante una iglesia… estuvo un rato, que me pareció interminable, ante la Municipalidad,… Habría podido hacer en un cuarto de hora aquel camino que nos llevó toda la mañana.” Devoción y Arte son las claves de estos párrafos. Honra y admiración puede decirse también. La Iglesia es símbolo de la devoción al Sublime Hacedor de los Mundos, es una obra hecha por hombres dedicada a Dios; la Municipalidad es la contracara de la Iglesia, es una obra hecha por hombres para los hombres. Ambas son parte de la realidad del Iniciado. Una le muestra el destino final con Dios, y la otra muestra que se llega a Dios mediante las obras.




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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Evaristo Enviado: 12/01/2014 16:57

EL VIAJE A ORIENTE

 Hermann Hesse


Continuación... (25)


 

Llegamos por fin a una callejuela dormida de los arrabales y a una gran casa tranquila que parecía, por fuera, un enorme edificio administrativo o un museo. Nadie había al principio en él en parte alguna; corredores y cajas de escaleras absolutamente vacíos, se abrían ante nosotros y resonaban con nuestros pasos. Leo se puso a buscar en corredores, escaleras y antecámaras (1). Una vez abrió con precaución una gran puerta que daba a un atestado taller de pintor; ante un caballete, en mangas de camisa, estaba el pintor Klingsor. ¡Desde cuántos años no había visto su amada faz! Sin embargo, no me atreví a saludarle, pues aún no era tiempo. Me esperaban y estaba citado a juicio. Klingsor no nos prestó mucha atención: hizo una seña a Leo, no me vio o no me reconoció, y nos despidió con gesto amable, pero decidido, sin hablar, como si no soportara ser molestado durante su trabajo.

 

“Llegamos por fin a la cima del interminable edificio, un granero que olía a papel y cartón, donde, a lo largo de las paredes, en varios centenares de metros, puertas de armarios, lomos de libros y paquetes de expedientes nos miraban: todos trabajaban en silencio; me pareció que el mundo entero, con la bóveda celeste, era gobernado desde aquí o, por lo menos, registrado y vigilado. (2) Esperamos mucho; a nuestro alrededor, con las manos llenas de fichas, muchos archiveros y bibliotecarios se afanaban callados; ponían escaleras y subían, ascensores y vagonetas se movían suavemente, sin el menor ruido. En fin, Leo se puso a cantar. Escuché arrobado esa canción en otro tiempo tan familiar para mí, pues era una de las de la Orden. (3)

 

“La canción agitó pronto todo. Los empleados se retiraron, la sala se extendió hasta confusas profundidades, los asiduos trabajadores parecieron minúsculos y como irreales en el gigantesco paisaje de archivos en perspectiva; el primer plano, por el contrario, se ensanchó y vació, la sala adquirió proporciones solemnes; en el centro numerosos sitiales se alineaban en riguroso orden y, ora por el fondo, ora por las múltiples puertas, aparecieron numerosos Superiores, los cuales se dirigieron displicentemente hacia los sitiales y se fueron sentando. Las filas se llenaron con lentitud, una tras otra, construcción que se elevaba con insensible progresión, hasta terminar en un alto trono, aún vacante(4) Leo, con una mirada, me invitó a tener paciencia, al silencio y al respeto, y luego desapareció entre la multitud; había partido sin que yo lo advirtiese y no pude verle ya. Por el contrario, vi, entre los Superiores, reunidos en Tribunal Supremo, siluetas conocidas, seres graves o sonrientes; Alberto el Grande, Vasudeva el barquero, el pintor Klingsor y otros(5)

 

 

(Continuará...)

 

CLAVES MÁGICAS:

  1. “Llegamos por fin a…un enorme edificio administrativo. Nadie había al principio en él en parte alguna. Leo se puso a buscar en corredores, escaleras y antecámaras.” Continuando con esta prueba iniciática que ocurre en el plano espiritual y no en el plano físico, el enorme edificio que describe Hermann Hesse simboliza el Sanctum Celestial o Gran Templo Místico donde se reúnen las almas iluminadas, ya sean de Iniciados encarnados como Adeptos desencarnados. Este es el punto de encuentro de Neófitos y Maestros. Observen que así como Leo condujo a Hermann Hesse por muchas calles dando vueltas y vueltas, representando el itinerario o extenso viaje que deben recorrer todos los buscadores para encontrar la Orden, también esta búsqueda encuentra su reflejo en la forma en que Leo condujo nuevamente a Hermann Hesse a través de corredores, escaleras y antecámaras del Gran Templo Místico.
  2. “me pareció que el mundo entero, con la bóveda celeste, era gobernado desde aquí o, por lo menos, registrado y vigilado.” Estamos ante la idea del Centro Iniciático Primordial, que en la “Nube sobre el Santuario” se describe como la IGLESIA INVISIBLE o SOCIEDAD DE LOS ELEGIDOS, cuyos miembros son de “muchos mundos” y que está dedicada al conocimiento perfecto de Dios, al conocimiento perfecto de la Naturaleza y al conocimiento perfecto del Hombre. En el libro “Misión de la India” de Saint-Yves d´Alveydre, publicado en 1910 se describe un centro iniciático misterioso al cual se le dio el nombre de AGARTHA. Louis Jacolliot, otro francés, lo había mencionado brevemente en sus libros “Los Hijos de Dios” y “El Espiritismo en el mundo”. Con la aparición del libro de Ferdinand Ossendowski, “Bestias, Hombres, Dioses” se popularizó aún más la idea del Centro único iniciático.
  3. “Leo se puso a cantar. Escuché arrobado esa canción en otro tiempo tan familiar para mí, pues era una de las de la Orden.” La canción que entona Leo da toda la impresión de tratarse de un Mantram sagrado, a cuya entonación se evocan fuerzas espirituales y se provocan cambios que afectan al Iniciado. En todas las ceremonias religiosas se entonan melodías o cánticos, de donde viene el verbo encantar. Era costumbre entre los antiguos Egipcios, como entre los Hebreos, Hindúes y demás pueblos de oriente y occidente, celebrar las grandezas de Dios mediante cánticos. El Cantar de los Cantares fue compuesto por el Rey Salomón como un símbolo de la unión entre Dios y la Humanidad. La palabra Hymno es de origen griego y equivale a cántico o poema. Existen Himnos Rosacruces e Himnos Masónicos que se entonan en diversas ceremonias de las respectivas Fraternidades. 
  4. “aparecieron numerosos Superiores, los cuales se dirigieron displicentemente hacia los sitiales y se fueron sentando. Las filas se llenaron con lentitud, una tras otra, construcción que se elevaba con insensible progresión, hasta terminar en un alto trono, aún vacante”. Es muy interesante la mención que se hace de los Superiores de la Orden, y el modo en que van ocupando sus sitiales, formando evidentemente una Pirámide de Grados, donde la cúspide está reservada al Imperator o Gran Hierofante de la Orden. En otras palabras, se trata de la Jerarquía Esotérica de la Orden.
  5. “vi, entre los Superiores, reunidos en Tribunal Supremo, siluetas conocidas, seres graves o sonrientes; Alberto el Grande, Vasudeva el barquero, el pintor Klingsor y otros.” El concepto de Tribunal Supremo nos hace pensar en cuerpos específicos de carácter masónico, dedicados a juzgar los actos de los miembros de la Orden. Están constituidos por los más Altos Grados de cada Orden. Con respecto a la mención específica de Alberto el Grande, Vasudeva el barquero y el pintor Klingsor, ellos representan las clásicas Columnas de la SABIDURÍA (Alberto el Grande), la FUERZA (Vasudeva el barquero) y la BELLEZA (el pintor Klingsor).  VASUDEVA el barquero, se trata del personaje literario que interviene en el libro “Siddhartha”, de Hermann Hesse y que permite la iluminación final de Siddhartha.


 
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