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Una Ayuda Inesperada
En el aeropuerto de un país opuesto al Evangelio estábamos inquietos. Al contrario de las de los demás viajeros, nuestras valijas estaban casi vacías. Las Biblias que las llenaban a la ida habían sido dejadas a los amigos que visitamos. Si nos pedían que abriésemos nuestro equipaje, corríamos el riesgo de que descubrieran que no éramos turistas corrientes, quienes habitualmente traen todos los recuerdos que pueden, y podrían hacernos preguntas muy comprometedoras. Pero, ¿estábamos dispuestos a sufrir como nuestros hermanos perseguidos?
Al facturar, con nuestros formularios en la mano, oramos al Señor. Entonces apareció un hombre vestido como alguien del país, muy tranquilo y lleno de autoridad.–¿De dónde vienen ustedes y adónde van? Contestamos a lo que se nos preguntó.
–Síganme, dijo él, y mirando nuestros formularios que aún estaban sin rellenar, agregó: –No los van a necesitar. Estupefactos, lo seguimos. Atravesamos la zona de seguridad donde se registran las maletas, pasamos al lado de un detector de metales, luego un soldado nos tomó las tarjetas de embarque. Parecía como si no nos vieran.
–No se detengan, nos dijo nuestro guía. Casi sin darnos cuenta nos hallamos listos para embarcar. ¡El hombre que nos ayudó desapareció! Nuestros corazones rebosaban de alegría y agradecimiento. Aún hoy, Dios hace milagros a favor de todos aquellos que confían en él.
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