Al iniciar la escuela primaria, mi maestra cortó en diminutos pedazos, un papel con sus manos y los esparció en su escritorio. Tomó una regla plástica y la frotó rápidamente sobre su brazo izquierdo. Luego puso la regla arriba de los papelitos sin tocarlos y éstos se adhirieron a la regla, sin ningún pegamento.
Hay una energía atractiva; una fuerza eléctrica poderosa; algo que hace que todo se mueva en el universo.
Podemos llamar a esa energía: “Dios”. Podemos creer que esta fuerza atractiva hace que cada hoja de los árboles caiga por su propia voluntad.
Podemos creer que esa energía existe dentro de nosotros y sentir su poder; o podemos tener indiferencia y descreer por completo de todo ello.
Lo cierto es que somos seres de libre albedrío y cada quien “elige” iniciar un camino de aprendizaje y práctica o simplemente ignorarlo.
De todos modos, si a algunos de nosotros nos da la corriente eléctrica al tomarnos del picaporte de una puerta, sabremos que una “descarga” sucedió. Esto acontece por “estática”. Y como lo estático significa que el “flujo de energía” esta bloqueado en algún lado de nosotros, al buscar su curso, nos pone en “corto circuito”.
Somos una fábrica de energía. Somos verdaderas usinas productoras de luz, cuando nos conectamos con el universo. Somos “chispas divinas”.
Como cuando una lámpara se enciende al conectarla a la corriente eléctrica; así se enciende nuestra luz interior al hacer contacto con esta energía atractiva universal.
Jesús, dijo: “Ustedes son como una luz que ilumina a todos. Nadie enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón. Todo lo contrario: la pone en un lugar alto para que alumbre a todos los que están en la casa. De la misma manera, su conducta debe ser como una luz que ilumine y muestre cómo se obedece a Dios” (La Biblia – San Mateo 5.14-16).
Albert Einstein decía: “Hay solamente dos formas de vivir tu vida:
- Una es como si nada fuera un milagro. – La otra es como si todo lo fuera”.
Los hombres somos árboles diversos.
- Hay árboles con grandes raíces agarradas a la tierra y con copas casi sin follaje.
- Hay otros árboles con copas frondosas y raíces muy pequeñas, casi sosteniendo el suelo.
- Hay árboles con raíces firmes y copas colmadas de hojas.
Los primeros, corren el riesgo de detener su crecimiento y secarse.
Los segundos, aunque son vistosos y pintorescos, están supeditados a que una violenta tormenta o un viento furioso los voltee.
Los últimos, permiten dar sombra placentera, cobijo a los pájaros y compartir sus frutos jugosos.
Lic. Daniel Fernando Peiro