Desde hace unos años a esta parte, los hombres concurren cada vez más a terapias psicológicas.
Hace tan sólo unos años, muchos de ellos habrían considerado que ir al sicólogo o bien era cosa de "locos" o era de utilidad para mandar a sus señoras, las que seguramente recibirían los "consejos" u orientaciones que necesitaban, y que también les serviría como vía de desahogo.
En mi experiencia profesional, la proporción de hombres que asisten a la consulta es de alrededor de un 55%. Este fenómeno hace un par de décadas era impensable y las proporciones eran alrededor de un 10% a 20%, con suerte.
Estos datos, por cierto clínicos, los he cotejado con algunos colegas, obteniendo bastantes coincidencias.
Los motivos de consulta por los cuales asisten los hombres a un(a) sicólogo(a) son variados. Entre ellos los más habituales son:
- Inseguridad personal - Estrés - Depresiones - Crisis de pareja - Fobias sociales - Déficit asertivos, entre los que se cuentan hablar en público y gran inhibición social. - Crisis de pánico, entre otros.
Los motivos de consulta pueden considerarse una suerte de fotografías sicosociológicas, es decir, temáticas, las cuales ayudan a dar cuenta de los momentos o grandes preocupaciones que experimenta nuestra sociedad en general en los tiempos que corren. Por cierto que muchos motivos también tienen que ver con datos idiosincrásicos de las personas. Muchos de ellos están relacionados con sus historias de vida y sus tipos de socialización y modos particulares de enfrentar la vida.
Muchos hombres en la actualidad se sienten inseguros en esta suerte de "conducta péndulo" que se ha producido con respecto al rol tradicional que diseñamos para la mujer y cómo éste se ha disparado hacia una suerte de hiperdefensa de derechos femeninos, transformándose en una hiperdemanda de cambios de conducta hacia los hombres.
Entonces... ¿cómo no sentir que les están sacando la alfombra estruendosamente? Se les exige una serie de comportamientos poco aplicados por muchos de ellos, tales como, ser asertivos, empáticos, simétricos en sus relaciones de parejas, proactivos en sus trabajos, afectivos explícitos con sus hijos, verbalizadores de sentimientos...
Lo anterior no quiere decir que aquellas peticiones no sean válidas, pero también es importante el grado de asertividad con que se piden y respetar sus propios ritmos de aprendizajes de nuevos repertorios cognitivo-conductuales.
¡Qué grato y conocido terreno cuando se trataba de ser sólo un buen proveedor!
Lógicamente se sigue que los hombres en nuestra sociedad estén necesitando de ayuda sicológica (por cierto, al igual que las mujeres en otros ámbitos), y vayan incorporando crecientes grados de apertura y confianza en un profesional al que abrirán su mente y corazón, con quien puedan conversar libremente de lo que les aqueja y que les puede servir de tercera persona o juez externo, con una mirada más neutral.
Creo que las altas tasas de depresión que presentan muchos hombres tienen varios elementos en común en nuestros días, tales como la dificultad que presentan al momento de expresar lo que sienten y de pedir ayuda en el momento oportuno, sin que por ello su autoestima se deteriore o su autoimagen se desvalorice. Muchas veces se aprecian depresiones de tipo "larvado o encubierto" y que a partir de una dolencia o perturbación de tipo físico los hace llegar, por descarte, a la consulta de un sicólogo.
Por todo lo anterior, a mi juicio, y mucho más, es que los hombres están recurriendo de manera natural a terapia y, hasta tal punto, que sin ningún tipo de pudor les piden a sus secretarias (los que las tienen), que les reserven sus horas de terapia.
Bien por todos: hombres y mujeres.
Por: Javiera de la Plaza Sicóloga jdelaplaza@entelchile.net
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