"...Soy el espíritu de la rosa que nunca nadie vió.
Crecí en el jardín trasero de un caserón abandonado. El tronco de mi rosal sobrevivió años de soledades, duros inviernos y terribles sequías, nadie imaginó que allí quedase nada vivo ya...
Hasta que al fin, una primavera una de sus cañas creció y crecía buscando el cielo. Mi caña. Desde muy pequeñita, aún dentro de mi capullo, sabía que debía buscar la luz...
Pero antes de que este se abriera, sufrí mucho. El acoso de una plaga, carencias de cuidados como los que antaño habría propiciado un buen jardinero, fuertes tormentas y también mucha sed.
Aún así continué con mi empeño de crecer y seguir adelante costase lo que costase...
Un día noté que el calor del astro sol me ayudaba a empujar fuerte para salir de mi prisión y florecí.
¡Oh, qué bello momento fue aquel! La majestuosidad del mundo se mostraba ante mí, aquello que tanto había soñádo dentro de mi capullo ahora era una realidad.
Algo me decepcionó: yo era la única rosa o flor en todo el jardín.
No había nadie a quien decirle "¡¡Eh, estoy aquí, he sobrevivido, soy un milagro viviente!!"... Y fuí, durante unos días, la rosa más hermosa del mundo, pero que nadie pudo ver.
Me hubiese gustado tanto tener un compañero a quien contarle cómo resistí, como llegué a florecer... Pero no había nadie allí.
Con el paso de los días comencé a deshojarme, tras tanto trabajo me iba a extinguir sin haber testigo de mi hazaña y de mi belleza...
Según me marchitaba medité sobre la aventura que había vivido sola, los logros que por mí misma había alcanzado y me sentí felíz...
Aunque no haya tenido con quien compartir mis penas y alegrías, pensé: "Valió la pena, mereció la pena luchar para vivir este momento único y solo mío...
¡¡Soy el espíritu de la rosa que nunca nadie vió!!"
Con afecto
Giselle