SANGRE Y MUERTE
- I -
Siempre hay guerras de hermanos
que dejan huellas rojas en los tiempos.
Mareas de ambición impulsan su oleaje.
Con hambruna de pobres
engordan los países poderosos,
el fuego de sus muslos incendia las cosechas.
Una lluvia escarlata gotea en el cerebro
por el reino del mal
que origina catástrofes del cosmos.
La enfermedad, la muerte y la miseria
obedecen su ley.
Se asesinan palomas para el tráfico
de angelicales plumas.
Fluye sangre inocente por nuestros pensamientos.
Año tras año luchan tambores de las tribus
y gemidos de antiguas plañideras
contra piedras del muro carmesí.
Muchedumbre de muertos
clama por la venida del Dios de la esperanza
cuando alcanza su barca la otra orilla.
Si tocáramos la orla de su Túnica,
nuestros dedos sangrantes
curarían al tacto de su paz,
vestiría la piel su primavera,
la luz florecería en viejos párpados
con el rocío orante de una lágrima pura,
la tierra, maternal, acunaría
al inocente niño que llevamos
gritando en el silencio.
- II -
Pero los niños mueren.
Vendaval de soberbia despliega los sudarios.
Un Caín vertical pisotea los lirios
en las verdes praderas.
La luna, plata y fría, perfila su creciente
peregrinando noches sobre los rascacielos.
Los cuerpos inmaduros son mercancía de órganos.
Esclavos de los medios, títeres del poder,
alucinan a jóvenes sin rumbo.
Habitan el asfalto
enfermos marginados del sistema.
Con herrumbre en las rejas se aprisionan
los años terminales.
Fluye un denso dolor
que ahoga la garganta y nos destruye.
Si junto al mar dijéramos: Maestro,
acabo de morir, ven, pon tus blancas manos
sobre mi alma infantil y di "Talitha qumi",
izaría la arcilla
su bandera de tierra rescatada,
despertaría hambrienta de manjares celestes,
el vino de la sangre
bebería el olvido por las venas
y una cálida hogaza de pan tierno
bendeciría al hombre matutino.
El verbo, hecho color,
grabaría su luz en las pupilas,
revelaría el fuego a la materia
y seríamos soles del espacio.
(DE LA RED)