El fuego reintegrador.-
La vuelta a la Unidad es un estado a alcanzar por todo el género humano y por todo lo que ha salido de Su seno. En algunas tradiciones el término reintegración es equivalente al de restauración e inclusive al de salvación o al de restauración.
El nombre hebreo de Jesús es el mismo del tetragranmatón IHVH más la letra hebrea Shin colocada así: IHShVH. Este nombre, IehoShvah, significa literalmente “el Dios que salva”, por eso se dice que Jesús es el salvador. Otros términos como redención, rescate y resurrección, también están relacionados con el de reintegración. Cada uno de estos términos puede tomar distintos matices dependiendo de que se hallen en el Antiguo o Nuevo Testamento.
La inscripción INRI de la cruz católica se interpreta de dos formas distintas: Para algunos son las siglas de Jesús Nazareno Rey de los Judíos. Para la alquimia y el misticismo son las siglas de la frase latina La Naturaleza se Renueva por el Fuego (Igneo Natura Renovatur Invecta). Es el fuego el medio por el cual Jesús el hombre se convierte en el Cristo Cósmico.
Lo que se alejó de Dios es la conciencia, de manera que lo que hay que reintegrar es la conciencia, pues místicamente nunca hemos dejado de pertenecer a la mente cósmica. Ser uno con la Unidad es la cualidad o estado que ha experimentado un ser humano que ha trascendido su conciencia. Este expandir la conciencia hasta este grado sumo, sin dejar de ser hombre, es lo que nos muestra la figura del Cristo. Cada humano que logre esto estará haciendo que todo en su entorno ascienda también.
La letra hebrea Shin simboliza el fuego, es decir la conciencia transmutada. Jerusalem es el crisol; el fuego es el transmutador. Este refinamiento en el ser humano es progresivo hasta conseguir la conciencia de Unidad. Jesús contiene la Shin, el fuego, de ahí que el Mesías sea el restaurador, pero todo ser humano debe convertirse en Mesías. Si decimos que el Mesías es el Salvador, estamos diciendo lo mismo, es decir el restaurador o reintegrador. La palabra hebrea MesShiah (Mesías) contiene, por tanto, la misma idea del nombre hebreo de Jesús.
Tanto en la tradición judía como la cristiana, el fuego es el restaurador o renovador, como también es el símbolo de la presencia divina como podemos observar en Éxodo 3.2 y 13.21, o en Génesis 15.17, o en Isaías 6, 6.7 y 48.10, o en Salmos 26.2, en Apocalipsis 20..9,10 y 14.15. El fuego como símbolo de liberación o iluminación lo tenemos en Pentecostés (Act. 2. 1,4). Otra alusión la tenemos en el nombre Serafim, el cual proviene del verbo hebreo “seraf” que significa quemar. Que la meditación en este texto sea el fuego que ilumine tu conciencia.
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