¿Qué cómo aprendí a vivir
y cuándo aprendí a querer?...
¿Qué cómo aprendí a sufrir?...
¿Cuándo?... ¿cómo?...
no lo sé.
Aprendí a mirar las estrellas,
alumbrando los sueños con ellas.
A mirar los colores del viento y a sentir
el sabor del silencio.
Aprendí a encender ilusiones y a escuchar
hablar los corazones,
con palabras calladas,
con matices de mil sensaciones.
Cuando un día, el dolor tomó mi mano,
conocí de frente a la tristeza,
la pena y el llanto se marcharon, al sentir el amor
y su grandeza.
La soledad, querida compañera,
la que con tanto miedo rechazaba,
me mostró la paz y
la armonía de los momentos que con ella estaba.
Comprendí, el sentido de la vida,
viviendo el amor y la desdicha,
sintiendo la alegría y la tristeza,
conociendo lo breve de la vida.
Aprendí el valor de la paciencia, a
calmar los vientos de mi ira,
a llenar con mares de esperanza las
zonas más oscuras de mi vida.
Es así, que aprendí a vivir.
Por todo ello... aprende a vivir
sin espinas
¡No empieces el día de hoy
con las espinas de ayer!
El día de ayer y todos los días y años anteriores
han pasado ya,
están enterrados en el Tiempo.
Y no puedes cambiar ya nada en ellos.
¿Te han quedado espinas?
¡No las traigas arrastrando!
Porque seguirán pinchándote cada día
hasta no dejarte vivir.
Hay espinas que puedes sacudirte echándoselas
en las manos a Dios.
Hay heridas de espinas que puedes curar
si sabes perdonar de veras.
Pero hay heridas que no podrás curar con todo
el amor de este mundo.
¡Pues, olvídate de que existen!
¡Quita el cristal de aumento que pones encima
de tus desdichas!
Muévete, grita, llora, respira profundo
y trata de ser feliz!!!
(de la rede