DICHOSOS LOS QUE SABEN LLORAR...
Una lágrima es eso que humedece los ojos del mundo,
y que el mundo se empeña en ocultar.
Es eso que nos tragamos tantas veces por soberbia,
por orgullo, por demostrar fortaleza
y queda atorada en la garganta,
apretada en el corazón, comprimiéndonos todo.
Es tan profunda, que no sabemos con certeza
dónde nace o dónde muere.
A veces una lágrima lava una pena
y cicatriza una herida.
Una lágrima es un recuerdo, una angustia,
una desesperación, un interrogante.
Una lágrima puede ser a veces el comienzo del perdón
y la primera luz de la rectificación
que hace estrechar una mano.
Una lágrima puede ser rebeldía o arrepentimiento,
odio, amor, luz o sombra.
Una lágrima puede ser el sueño desvanecido
que rozó nuestros párpados
o el amor perdido que aún está dulce y húmedo.
Cuando tenemos que pagar nuestra cuota de dolor,
la lágrima ayuda.
Cuando la derramamos en el corazón querido,
o en la intimidad de la amistad,
la lágrima une, estrecha y funde.
Una lágrima es a veces la gota mágica
que hace cambiar por dentro.
La lágrima trasforma, enseña, disuelve los rencores,
las espinas, las malas yerbas que van creciendo en la amistad e impiden acercarse, abrazarse y comprenderse.
La lágrima descubre.
El que ignora los motivos por los que las derramas,
no te conoce.
Carlos A. Rossi |