LA NAVIDAD
La Navidad será siempre un día de
esperanza,
de misterio y de fé.
Cada cual tendrá su gruta, la que
ha ido cavando en el fondo de su
corazón, y necesita reformar, limpiar
e iluminar todos los años.
Cada cual, su regalo: el íntimo, el
personal, el silencioso, el de las heridas
cerradas y rencores
olvidados.
Cada cual, su lámpara para calentarnos
en Dios... y su aceite para ir curando,
suavizando y derritiendo ternura entre
los muchos
que lloran en la Navidad.
La noche de Navidad debiera ser
más para compartir con los pobres y
con la familia que para ostentar con
los ricos;
Más para prodigarnos con nuestros
semejantes que para meternos en el
vértigo de las calles y las fiestas; más
para que Dios
nos acompañe que para entrar en ese
mundo ajeno y extraño donde se aumenta
la nostalgia, se entristecen los
recuerdos y muchas veces nos
sentimos tan solos.
¿Dónde y cuándo vas a dar a Cristo el
apretón de manos y la entrega del
corazón en esta Navidad?
No olvidemos que es día de llenarnos
de Dios.
De sacar cuentas.
De estrecharnos las manos.
De abrir las alforjas.
De mirarnos tal cual somos.
De recordar a los que faltan.
Y pedir perdón.
¡Ésa es la Navidad!