
Era tarde y el sol derramaba sus postreros rayos, sobre la playa de nuestros recuerdos, mientras la brisa marina, húmeda brisa salina mil veces descrita en todos los libros, se reflejaba en el ocaso triste, de aquel estival atardecer.
Las aves marinas se alejaban buscando sus nidos, entre las rocas, que coronaban nuestro pequeño Edèn.
Y entre el cielo y la espuma nada de lo que existe,
ni siquiera la imàgenes que los ojos reflejan,
ni tus brazos amantes que alimentaban nuestro sueño,
ni la luz nocturna que un fanal lejano ofrecía
en el blanco perfil de los recuerdos, que se defienden del olvido, detienen al corazón moribundo que en el bravìo mar del oscuro pasado, se hunde.
Partiste con mis recuerdos, desplegadas tus velas, desplegadas tus alas como un ave pasajera, levando anclas hacia el infinito cielo.
Mientras yo dibujè en la arena, desolado por los recuerdos, con pequeñas algas tu nombre què a medianoche, desdibujarían las olas.
En el interminable adiòs, la brisa marina susurrarà tu nombre y se agitarà mi pañuelo en el postrer lamento de mis labios temblorosos que gritaràn tu nombre; sin tiempo, ni presente, ni pasado, ni futuro.... en vigilia permanente.
Y las algas, que las olas impulsadas por el viento, arrojan sobre la playa, dibujaràn insolentes, tu rostro sobre la arena..... un rostro náufrago y ausente que no consigo olvidar a pesar de mis esfuerzos... mientras tanto a lo lejos, se divisa un navìo sin mástiles ni velas, sin timòn, capitàn, ni marineros; como una isla pequeña en la bruma del recuerdo............. entre la brisa marina.
Renéi, Septiembre 2004.