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General: LA MUÑECA EN LA CIUDAD VACÍA
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Resposta  Mensagem 1 de 2 no assunto 
De: Siondra  (Mensagem original) Enviado: 04/02/2010 20:00
Cristián Warnken
Jueves 04 de Febrero de 2010

La muñeca en la ciudad vacía


Cristian Warnken.jpg

Una muñeca gigante, movida por un sistema de poleas y de mirada inquietante, cruza una esquina de la ciudad. De pronto, el silencio de la multitud, bajo el abrasador sol de enero amplificado por el efecto reflector del cemento, se transforma en un “oh” coreado por millones de voces, una exclamación que viene de adentro, diferente de los gritos que escuchamos a esas mismas multitudes en los estadios. Como si el alma de esa masa de anónimos por primera vez hablara, y se hiciera sentir después de mucho tiempo en que hubiera estado callada o gritando frases vacías, consignas comerciales, enfervorizados gritos deportivos.

Este “oh” multitudinario es un “oh” puro, genuino, no el efecto de una manipulación de masas más, a las que estamos acostumbrados. Yo lo sentí la primera vez que vi a la Muñeca, hace tres años, cruzar la ciudad: estaba con mis dos hijos y cuando la Gigante de madera pasó a nuestro lado, en un costado de la Estación Mapocho, mi pequeño hijo Clemente que había esperado tanto por verla, se durmió en mis brazos. ¿Alcanzó a verla frente a frente, a cruzar su mirada limpia, abierta, con la inquietante, beatífica, tal vez triste (no sabría decirlo) de la Muñeca? Tal vez no, tal vez sí. Tal vez no necesitaba verla de cerca y su emoción exultante lo envolvió en un sopor protector. Porque el exceso de belleza o alegría no cabe siempre en los cuerpos de los niños, expuestos a ser fulminados por apenas un rayo de luz.

Hoy la Muñeca ha vuelto, y Clemente ya no está para verla, pero millones de niños y adultos esperan tocarla con los ojos, como cuando una Virgen milagrosa pasa en procesión por los pueblos. Santiago ya no es un pueblo, sino una megápolis que ha perdido parte de su inocencia. No somos la ciudad provinciana que alguna vez fuimos, y la mayoría de los santiaguinos ha perdido ese brillo en los ojos que tenían antes, extraviados como sombras en esquinas ruidosas y agresivas.

Pero la Muñeca ha venido a despertar en nosotros a los aldeanos crédulos que fuimos alguna vez. Algo en ella ha hecho bajar a las calles del centro de la ciudad, sin miedo ni sospecha, a millones. En otras décadas los grandes oradores políticos hacían desfilar estas multitudes, que ya perdieron la fe en los sueños colectivos y en el poder de la pala-bra. Recuerdo haber visto con mis ojos de niño a cientos de miles des-filando por Allende, Alessandri o Tomic en los años 70.

La Muñeca volvió a traer a las calles a aquellos que prefirieron quedarse en sus casas por décadas, pegados al televisor hipnótico y anestesiante. Pero, ¿por qué bajaron también a la ciudad miles de jóvenes acostumbrados a efectos y realidades virtuales mucho más sofisticados y sorprendentes que las poleas de una muñeca de madera igual a los juguetes de nuestras bisabuelas?

La respuesta es muy simple y me la dieron varios jóvenes del Chile 2.0, el Chile de los ipod, el de los navegantes avezados y sobreinformados de internet, a los que uno podría pensar sólo se podría cautivar con hologramas o efectos especiales en salas 3D. Primero fue el hijo de una amiga que me dijo: “Puro Amor, eso es lo que moviliza la Muñeca”.

“¿Amor? —me dije—. ¿Esa palabra gastada, clisé, olvidada, como salida de un libro de autoayuda barato, y no de la boca de un adolescente de estos tiempos de cinismo y puro cálculo, tiempo de cool y freaks?”.
Pero la suya fue sólo la primera de una unánime respuesta de todos los de su edad a los que pregunté. “Sí —me dijeron—, nos desenchufamos de nuestros computadores e hipersupercelulares, para ir a recibir el amor puro e inocente, arremolinados como niños huérfanos en torno al único cuento que queríamos escuchar, pero que nadie nos había querido contar de verdad hasta ahora, el cuento de un amor sin cálculo ni miedo ni sospecha, un amor que bajó como en un sueño en la mirada clemente, pura, como de otro mundo, de una muñeca gigante de madera”.

*Clemente era el pequeño hijo de Cristián, el niño murió ahogado en una piscina por el descuido de la persona encargada de sus cuidados.



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Resposta  Mensagem 2 de 2 no assunto 
De: yoya Enviado: 04/02/2010 20:17
Paloma:
 
Una prueba más de que el amor es el motor que mueve al mundo, no hay que olvidarlo. Besos.
 
Gloria


 
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