No necesita ser varón. Basta que sea humano. Basta tener un sentimiento y corazón. Que sepa hablar y sepa callar. Y sobre todo que sepa oír. Le debe gustar la poesía de la madrugada, de los pájaros, del sol, de la luna, del canto de los vientos y de la canción de las brisas.
Debe tener amor, un gran amor por alguien. O por lo menos, sentir la falta de un gran amor. Debe amar al prójimo y respetar el dolor que todos los caminantes llevan consigo. Debe guardar secretos, bajo siete llaves, sin traicionarnos nunca. No es preciso que sea de primera mano. Ni hace mal si ya fue engañado.
Todo el mundo pasa por eso algún día. No es necesario que sea la pureza en persona. Pero jamás debe ser vulgar. Debe alimentar un ideal y tener miedo de perderlo. No teniéndolo, que sienta el gran vacío de esa creencia. Debe tener resonancias humanas, compadecerse de las personas tristes, y comprender el inmenso vacío de los solitarios.
Debe ser Don Quijote, pero sin despreciar al pobre Sancho atribulado. Búscate un amigo que se conmueva cuando digas "amigo". Que sepa conversar de cosas simples, de los árboles, de las grandes lluvias y de recuerdos de infancia. Se necesita un amigo para que la gente no enloquezca.
Para compartir con él lo que se ha visto de bello y triste durante el día: las ansias y trabajos, los sueños y la realidad. A él deben gustar las calles desiertas. Los charcos de lluvia. Los senderos mojados, al costado de las rutas. Los prados mojados por el sereno. Y hasta recostarse en el césped. Se necesita un amigo que nos diga constantemente que vale la pena vivir, no porque la vida sea siempre hermosa, sino porque la gente puede poseer el mayor tesoro, que es un amigo.
Se busca un amigo para detener nuestras lágrimas. Para que la gente no viva mirando eternamente el día anterior, reactualizando memorias queridas. Un amigo que nos golpee el hombro, sonriendo, llorando, pero que nos llame "amigo".
Es necesario un amigo que crea profundamente en nosotros.