Hay armas que son bien conocidas de todos, por su influencia negativa, por su capacidad destructiva. El hombre sigue investigando posibilidades armamentísticas cada vez más siniestras, eficaces y contundentes. El dinero empleado en la industria armamentística nos pone los pelos de punta, llegando a ser uno de los negocios más importantes de nuestro tiempo. Pero las armas destructivas, no se reducen a las que se emplean en la guerra...
Hay mucho arsenal destructivo encerrado en las bodegas interiores de nuestro rencor, dolor, envidia, odio, etc. etc. Sin darnos cuenta, nuestras palabras, miradas, gestos, silencios, son armas que dañan, que hieren. No negamos la fuerza y la vigencia de todo este poder negativo que tiene el ser humano.
Pero hay una fuerza mayor, menos detonadora, menos visible, menos espectacular, y, sin embargo, más creadora, más renovadora, más necesaria, aunque menos comercial, y es la capacidad misteriosa que tiene el ser humano de bendecir, de provocar la vida, de poner en pie y entresacar la verdad, la dignidad escondida bajo la ceniza del tiempo, del cansancio, del desamor. Hay seres humanos, de carne y hueso que son en sí mismos, bendición silenciosa, y crean vida.
Esta es nuestra invitación de hoy, para este tiempo de pascua. Vamos a crear un gran ejército de gente humilde, capaces de bendecir en silencio, de dar paso a la vida, de mirar más al fondo, y soplar sobre las cenizas y avivar lo que nace...“Bendecir significa desear, querer incondicionalmente, totalmente, sin reserva alguna el bien ilimitado –para los demás y para los acontecimientos de la vida-, haciéndolo aflorar de las fuentes más profundas y más íntimas de vuestro ser.Esto significa venerar y considerar con total admiración lo que es siempre un don del Creador, sean cuales fueren las apariencias.
Bendecir significa invocar la protección divina sobre alguien o sobre algo, pensar en él con profundo reconocimiento, evocarle con gratuidad.
Significa además llamar a la felicidad para que venga sobre él, dado que nosotros no somos nunca la fuente de la bendición, sino los testigos gozosos de la abundancia de la vida” (El arte de bendecir, Pierre Pradervand),
Cuando vayas por la calle, al cruzar cerca de un hospital, lleva tu corazón a esas personas enfermas y ponlas en la mirada de Dios, cuando pases por una cárcel, por un colegio donde estudian los niños, por cualquier lugar... piensa en quienes allí viven, y llévalos a tu corazón y de tu corazón a Dios.
Cuando alguien llega a ti y te duele, ponle en la mirada de Él, que sabrá hacer. A todos los de tu familia, uno por uno repasa su rostro, su nombre ante Él.Cuando te cruzas por la calle con cualquier persona, eleva su vida hacia aquel que la creó y bendice a Dios por su vida... Verás cómo rebrota la alegría... A alguien que te caiga especialmente mal, bendícele, verás cómo un viento de gozo misterioso te renueva por dentro la sonrisa... Pruébalo y me dices.