Vuestro dolor es la ruptura de la celda que encierra vuestra comprensión. Así como la semilla de la fruta debe romperse
para que su corazón se muestre al sol,
así debéis vosotros conocer el dolor. Y, si pudierais mantener vuestro corazón maravillado
ante los diarios milagros de la vida,
vuestro dolor no os pareciera menos prodigioso que vuestra alegría. Y aceptaríais las estaciones de vuestro corazón
así como habéis aceptado siempre las estaciones
que pasan sobre vuestros campos. Y esperaríais con serenidad a través de los inviernos de vuestra pena. Mucho de vuestro dolor es elegido por vosotros mismos.
Es la porción amarga con la que el médico
que hay dentro de vosotros cura vuestro ser enfermo. Por tanto, confiad en el médico, y bebed el remedio en silencio
y tranquilidad; porque su mano, aunque dura y pesada,
guiada está por la tierna mano del invisible. el vaso con que brinda, aunque queme vuestros labios,