La poesía del África ha logrado alcanzar a lo largo de muchos siglos un alto grado de esteticidad. Estudiosos de todo el mundo coinciden en considerarla entre la más elaborada y elevada de los pueblos ágrafos. Su diversidad de estilos es enorme, no obstante hay un conjunto de rasgos a todas las literaturas orales del continente, debido sin duda al acentuado intercambio cultural. Entre algunos rasgos destacados se pueden mencionar la construcción minuciosa de la historia, el rol de intermedio desempeñado por los cantos en mitad de los textos en prosa, ciertas formulas fijas para dar inicio y concluir la narración, la noche como atmósfera inigualable para contar, recitar poemas y cantar. En lo referente a la rima es necesario acotar que la misma casi no existe en los textos de los pueblos del África tropical. Pero en aquellas culturas influenciadas por el Islam, como los Somalíes y los Swahalis del África oriental, los Fabilia de Argelia y los Peuis del Sudán, han experimentado con mucha creatividad la rima, notándose, de manera nítida, la influencia estilística de la poesía árabe clásica.
La poesía tradicional de África tiene como eje de inspiración la vida cotidiana y las fuerzas superiores que rigen el mundo, la naturaleza, los animales y al hombre. Esta poesía, si se quiere, de carácter sagrado tiene su espacio durante los ritos religiosos, en las ceremonias de las sociedades secretas y en el culto a los muertos. Este tipo de poesía sagrada representa en ciertos aspectos la columna vertebral del ser interior del hombre africano ya que la misma expone las meditaciones cosmogónicas y filosóficas sobre la vida, el amor espiritual y la muerte.
LLORA MI CORAZON
Llora mi corazón, lo abruman males múltiples Tijeras lo cortan: Fiebres, dolores, mal en el costado.
Llora mi corazón, está extraviado Por la muchacha esbelta como una palmera, Cuyos cabellos caen sobre su espalda.
Pero tendré pronto mi revancha y la sorprenderé. Entonces, cara a cara, nos reconoceremos.
AMANTE AUSENTE
Las lejanas montañas te ocultan de mí, Mientras se me enciman las cercanas Si yo tuviera un pesado martillo Para aplastar las montañas cercanas. Si yo tuviera alas como un pájaro Para volar sobre aquellas más lejanas.
El cuerpo muere, el alma sigue joven El alimento servido desgasta la vasija Ningún leño conserva su corteza cuando envejece Ningún amante está tranquilo Mientras llora su rival. |