Un polaco planeó el osado rescate de su novia judía, quien estaba condenada a morir. Luego, el destino jugaría con ellos.
AP
Targ, Polonia.- Con cada paso que daba hacia el portón, Jerzy Bielecki estaba seguro de que en cualquier momento le pegarían un tiro.
Era el 21 de julio de 1944. Bielecki caminaba a plena luz del día por el campo de concentración de Auschwitz, luciendo un uniforme nazi robado, con su novia judía Cyla Cybulska a su lado. Le temblaban las rodillas del miedo, pero trató de transmitir una imagen de confianza a medida que se acercaba a una caseta de seguridad.
El guardia alemán revisó su pasaporte falsificado, los observó por un instante que pareció una eternidad y finalmente pronunció las palabras esperadas: “Ja, danke” (sí, gracias) y dejó que Jerzy y Cyla recuperasen su libertad.
Los reclusos de Auschwitz decían que la única forma de salir de allí era por las chimeneas de los crematorios. Jerzy y Cyla lo hicieron por una puerta lateral. Bielecki, quien tenía 23 años, aprovechó el status relativamente privilegiado que le daba el hecho de ser un polaco católico que hablaba alemán para planear un osado rescate de su novia judía, quien estaba condenada a morir.
“Fue un gran amor”, relató Bielecki, quien hoy tiene 89 años, en una entrevista en su casa de esta pequeña ciudad del sur de Polonia, a 85 kilómetros de Auschwitz, y agregó: “Planeábamos casarnos y vivir juntos el resto de nuestras vidas”.
Bielecki tenía 19 años cuando los alemanes lo capturaron pensando que colaboraba con la resistencia -lo que no fue así- y lo incluyeron en el primer contingente de presos enviados a Auschwitz, en abril de 1940. Todos eran polacos.
Le dieron el número 243 y lo asignaron a trabajar en los depósitos, donde de vez en cuando conseguía comida adicional que lo ayudó a sobrevivir. Eso fue dos años antes de que comenzaran las llegadas masivas de judíos, la mayoría de los cuales eran incinerados de inmediato en la vecina Birkenau. Y a unos pocos les asignaron trabajos forzados en condiciones horrendas, que demoraron su muerte.
En septiembre de 1943 Bielecki fue enviado a un depósito de granos. Otro preso le estaba mostrando el lugar cuando se abrió una puerta y aparecieron unas muchachas. “Me pareció que una de ellas, una mujer bonita de pelo castaño, me guiñó un ojo”, relata Bielecki con una sonrisa. Era Cyla, a quien le habían ordenado que reparase sacos de cereales. Comenzaron a frecuentarse en el depósito y se enamoraron.
En un artículo que escribió para un acto sobre Auschwitz en 1983, Cybulska dijo que durante sus encuentros se contaban sus vidas. La muchacha, sus padres, dos hermanos y una hermana menor fueron apresados en una redada en enero de 1943 en el gueto Lomza del norte de Polonia y fueron llevados a Auschwitz-Birkenau.
Los padres y la hermana fueron enviados de inmediato a las cámaras de gases, pero a ella y a sus hermanos los pusieron a trabajar.
Para septiembre, Cybulska, de 22 años, era la única que seguía con vida, con el número 29558 tatuado en su brazo izquierdo.
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