DECÁLOGO PARA VIVIR SANAMENTE
* No te lamentes de las oportunidades perdidas. Mientras lo haces, quizás está pasando el último tren por delante de tu casa, tal vez está amaneciendo de nuevo, acaso alguien está llamando a tu puerta.
* No sigas castigándote por los errores cometidos. Es como repetir siempre la misma asignatura. De este modo, nunca aprenderás la lección del amor que Dios te regala cada día, ni el arte de conjugar la vida. El pasado pasó. ¡Desahoga en Él tus afanes!
* Vive agradecidamente el presente: es tu tiempo y tu tarea. De lo contrario, tu futuro puede convertirse en una vana ficción.
* En la adversidad y en la debilidad haz también memoria: reaviva energías que ya usaste, despierta recursos que conoces, desempolva entusiasmos que ya gozaste.
Saborearás de nuevo la vida.
* No uses de tu pasado como pretexto compensatorio, como arma arrojadiza contra alguien, como acumulador de resentimientos: terminará por ser más fuerte que tú.
* La nostalgia es actitud de necios. Lo mejor, lo más interesante, lo nuevo (incluso cuando la soledad parece cegarte) es tu presente: acógelo, sácale partido.
* Si ya no tienes objetivos, ilusiones y esperanza, aterrizarás forzosa y peligrosamente en el pasado. Deja, por tanto, que por algún resquicio de tu alma o de tus ventanas, entre un poco de aire que mantenga vivo el rescoldo.
* Mira siempre agradecido a tu pasado. No te faltan motivos para ello. Descubrirás que, a pesar de todo, ha valido la pena haber sido escogido desde la eternidad de Dios para la aventura maravillosa de la vida.
* Vive cada día como una nueva oportunidad. En el pórtico de la Vida que te ha sido prometida, ya puedes decir (con modestia, claro):
Confieso que he vivido.
* He vivido, vivo y... viviré.
De la red