Pichi Juan (leyenda chilena)
Hijo de estas tierras australes, Pichi Juan se ganaba la vida derribando los árboles que se interponían en la senda del progreso. Este indio talador de mediana estatura, tez morena y pelo negro era tan listo como el puma y conocía los secretos que guarda la selva.
Vicente Pérez Rosales, jefe de la colonización, confió en su sabiduría y lo invitó a participar en las caravanas de exploración. Junto a los colonos se internaba por bosques cuya sombra no permitía leer una carta. Pichi Juan marcaba el camino y no había peligro de extraviarse ni de morirse de hambre. Este indio bravío sabía extraer la miel de los árboles, cazar animalejos y pescar en riachuelos. También conocía la rutina del puma y evitaba su encuentro.
Durante este proceso de tala encontraron un bosque milenario que replanteaba la ruta de los emplazamientos. Sin embargo Pérez Rosales no quería retardar la colonización y ofreció una buena paga a Pichi Juan para que incendie los bosques que van desde Chan Chan hasta la cordillera.
A su paso las llamas devoraron todo y durante un mes el sol oscureció el horizonte. La quema de estos árboles originarios ofreció campos planos, virginales y arables a los primeros colonos.
Pichi Juan no fue considerado en las ciudades que ayudó a establecer y como no quería mendigar, se marchó a otras latitudes. Sin embargo su memoria sigue viva en los márgenes del Lago Llanquihue. En la zona de Los Riscos hay un cerro tosco y pequeño que perpetúa su nombre.