LA PACIENCIA
Sin dudas una virtud indispensable en nuestro caminar, es la paciencia. Y la necesitamos cada día, cada hora, siempre....
Sí, la virtud de la paciencia hay que ejercitarla y para ello sobran oportunidades.
Francisco de Sales, aconseja: "Tengan paciencia con todos, pero, sobre todo, con ustedes mismos".
Las sorpresas que nos presentan la vida, esas dificultades y contratiempos inesperados, nos obligan a practicar la paciencia.
Tener paciencia es estar dispuesto a trabajar en el proceso de crecimiento. Lo bueno, lo positivo y lo verdadero no pueden lograrse inmediatamente o de manera automática; requieren tiempo y un proceso. A veces debemos actuar, pero otras veces tenemos que esperar. A menudo la gente trata de hacer que las cosas sucedan a la fuerza. En ocasiones ésta da resultado, pero en esos casos no nos queda el sentimiento de haberlo logrado realmente. Si cada centímetro del éxito se obtiene mediante una batalla o conflicto, la victoria es vana.
La virtud de la paciencia nos ubica en un camino de autodisciplina que nos ejercita para saber callar, evitar roces, a no ventilar sufrimientos o aventuras ajenas, ni dolores propios... porque las lamentaciones nublan el día, entristecen el corazón y descontrolan la paz.
"Nada te turbe, nada te espante. Todo se pasa. La paciencia todo lo alcanza."
Debemos sembrar las semillas de las acciones correctas y regarlas con responsabilidad y atención, pero nunca forzar las cosas por deseos egoístas. Estos deseos arruinan la cosecha que deseamos recolectar. No puede haber éxito con respecto a la felicidad y el bienestar si constantemente estamos interfiriendo y manipulando lo que deberíamos dejar en paz. Tenemos que trabajar mostrando respeto hacia el proceso natural; con este respeto, el bien inherente surge de todas las cosas.
La paciencia es un ejercicio de amor, fe y humildad que hace crecer a las personas.
Hoy nos proponemos practicar la virtud de la paciencia y muy pronto gustaremos de sus frutos. La práctica de la virtud de la paciencia nos da equilibrio y vigoriza nuestra personalidad.
La paciencia es un arbol de raices amargas pero de frutos dulces.