Aitor Hernández-Morales | Madrid
Actualizado viernes 10/12/2010
Ante las representaciones de más de cuarenta países, y la asistencia de los reyes de Noruega, la ceremonia del Nobel de la Paz ha arrancado en el Ayuntamiento de Oslo sin la asistencia del galardonado, el disidente chino
Liu Xiaobo. Ni el disidente, ni su familia ha podido asistir al evento; en su lugar, los organizadores han dejado una silla vacía para representar al pacifista, que se encuentra encarcelado en China.
El presidente del Comité Noruego, Thorbjørn Jagland, ha recordado que la última vez que se le prohibió tanto al premiado como a su familia asistir a la ceremonia fue en 1935; ni el pacifista galardonado, Carl von Ossietzky, ni su familia pudieron asistir a ese evento, bajo ordenes expresas de Adolf Hitler.
El presidente del Comité ha repetido que el premio no se debe considerar como un ataque a China, sino un reconocimiento del compromiso pacifista de Xiaobo, el cual "ninguno de nosotros conocemos personalmente, pero cuya labor conocemos de sobra".
Jagland ha mencionado otros galardonados que no han podido asistir a la ceremonia -entre ellos el polaco Lech Walesa y el ruso Andréi Sajarov-, y ha reconocido que, en este sentido, Xiaobo está en muy buena compañía. Sin embargo, el presidente del Comité ha lamentado que Pekín no haya podido seguir el ejemplo de Teherán que, pese a expresar indignación cuando la abogada Shirin Ebadi recibió el premio, permitió que la galardonada viajase a Oslo para recoger su premio.
"China lleva el peso de la humanidad sobre sus hombros", ha declarado Jagland, insistiendo en que Pekín debe ser reconocido por sus logros económicos y su gran poderío. No obstante, "China tiene que reconocer que otorgarles derechos humanos básicos a su pueblo sólo puede favorecerle".
"Los derechos humanos limitan lo que pueden hacer los Estados-naciones. Pero todo firmante de la Declaración Universal de los Derechos Humanos -como hizo China- tiene que aceptar este precio". "Liu no ha hecho nada mal, sólo ha ejercido su derecho como ser humano, y tiene que ser puesto en libertad".
"Quienes están encarcelados en China no son disidentes; representan los valores mundiales. [...] El mismo Liu nos dice que las reformas en China tienen que ser pacíficos, controlados, pero que una enorme transformación hacia el pluralismo en la sociedad ya ha tenido lugar, y el poder del régimen -pese a lo fuerte que parece- no puede impedir que cada individuo intente vivir su vida con dignidad".
En varias partes de su discurso el presidente del Comité ha apelado a la Comunidad Internacional para pedir mayores reformas en el área de derechos humanos a Pekín. Jagland ha concluido su discurso declarando que estaba "convencido que Liu Xiaobo, y su trabajo, serán instrumental en el desarrollo de China. Extendemos a Liu Xiaobo y a China nuestros mejores deseos".
Ante la ovación de todos los presentes, Jagland entonces se ha dirigido a la silla vacía de Xiaobo, sobre la cual puso su medalla y diploma del Nobel de la Paz.