UN CUENTO PARA MEDITAR
Un ermitaño estaba sentado en su cueva, meditando, Cuando un ratón se le acercó y se puso a roerle la sandalia. El ermitaño abrió los ojos irritado y le increpó:
-¿Por qué me molestas en mi meditación?
-Tengo hambre –contestó el ratón.
-Vete de aquí ¡necio! (exclamó el ermitaño). Estoy buscando la unidad con Dios, ¿cómo te atreves a molestarme?
-¿Cómo quieres encontrar la unidad con Dios si ni conmigo puedes sentirte unido? (le contestó el ratón).