Agence France-Presse, actualizado: 23-02-2011
Chile:"Lo voy a dejar descansar en paz", resignado padre de víctima de sismo
El botero Emilio Gutiérrez no le teme al mar pese a que hace un año le arrebató a su pequeño hijo, a su padre y destruyó su hogar, en el tsunami que siguió al terremoto que azotó al centro y sur de Chile. "Esta herida no se cierra nunca, pero se puede vivir con ella", comentó a la AFP.
El botero Emilio Gutiérrez no le teme al mar pese a que hace un año le arrebató a su pequeño hijo, a su padre y destruyó su hogar, en el tsunami que siguió al terremoto que azotó al centro y sur de Chile. "Esta herida no se cierra nunca, pero se puede vivir con ella", comentó a la AFP.
La noche del 27 de febrero de 2010, después del terremoto, Emilio trató de poner a salvo a su familia. Se embarcaron en la desembocadura del río Maule, en la localidad de Constitución, en la zona más afectada por el terremoto de 8,8 grados, pero el agua los alcanzó y se llevó a su hijo de cuatro años y a su padre.
"Ese día él anduvo en el bote con mi papá cuando se dieron vuelta. Yo partí en el otro bote, encontré a mi papá y nunca encontré a mi hijo. Anduve como 10 meses buscándolo todos los días", explica Emilio entre pausas y con mirada perdida.
Se levantaba cada mañana para salir a buscar a "Emilito", como aún le llama. "Parecía un fantasma mirando por todas partes. Se escuchaba una motosierra y se me veía sólo con una carretilla", tratando de apartar los troncos, relata.
Al cabo de varios meses las autoridades recomendaron dejar de buscar a los desaparecidos, que hoy ascienden a 31, de acuerdo al último balance oficial, que cifró en 524 las víctimas fatales.
Emilio, resignado, aceptó la recomendación oficial. "Lo voy a dejar descansar en paz, porque ya no lo encontré", señala.
Al cumplirse un año de la tragedia, el botero trabaja junto a otros familiares que tal como él siguen sin encontrar a sus seres queridos, para construir un memorial que los recuerde frente al borde costero. Muchos tienen la esperanza de que algún día puedan aparecer.
Con las maderas que encontró del bote de su padre, Emilio construyó un botecito de lata, como los que le gustaban a su hijo, para colocarlo frente al memorial y dejarle flores. Quiere ponerle una foto también pero el agua se las llevó todas. Turistas que alguna vez compartieron con él en su bote le han hecho llegar algunas fotografías.
"Todas las fotos que tengo son por los turistas. He acumulado cinco", explica.
Los turistas visitan Constitución para comprobar cómo quedó tras el tsunami. Pasean con las barcas, pero no se meten al agua como antes. Según Emilio, "la gente no se quiere bañar por respeto a los desaparecidos. A mi mismo no me dan ganas de bañarme tampoco, por ellos, es como un respeto que les tengo".
Pero él no quiere alejarse del mar. "Toda mi familia ha trabajado en bote, paseando gente. Mi tatarabuelo, mi abuelo... Ahora que no está mi papá, quedé yo", asegura.
A un año de la catástrofe, Emilio ha arreglado con sus propias manos el bote que tras ser arrastrado le devolvió el mar. Lo pintó igual que el que tenía su padre, y le colocó cojines y un toldo para que los turistas se sientan más cómodos.
Sin embargo, los recuerdos reflotan. "El otro día eché el bote al agua y me puse a llorar. Me dio pena. El año pasado lo eché al agua con Emilito arriba y con mi papá, y ahora solo", cuenta.
La razón que mantiene viva la esperanza de Emilio y su mujer, es la niñita que nació hace un mes. "Antes de morirse, (Emilito) dijo que iba a tener una hermanita, y antes del año la hermana llegó. Le colocamos Emilia José, igual que él".
"Es otro cariño, otra hija, ... no podrá reemplazar a Emilio", dice. Pero "hay que ser fuerte", sentencia.