Los otros caminos que ayudan a combatir la falta de concentración y la energía excesiva
Yoga, flores de Bach y la música son algunas de las técnicas complementarias que ofrece nuestro país.
Corren por la casa sin detenerse, no logran concentrarse en las tareas y menos en la órdenes que le indica un adulto. Tienen un exceso de actividad motora que ya se quisiera un Presidente de la República. Sin embargo, el problema es más complicado de lo que parece.
De acuerdo a estudios internacionales, la hiperactividad infantil es un trastorno de conducta de origen neurológico que afecta entre un 3% y un 5% de los niños del mundo. Y su principal representación clínica es el “déficit atencional”, una característica que les impide llegar a buen puerto no sólo con actividades académicas, sino también obedecer instrucciones sencillas. Sin embargo, hay quienes piensan que ésta no es la única alternativa y se niegan a medicar a sus hijos.
La música como conexión
Pamela Mayer Schmitt, musicoterapeuta y psicopedagoga, dice que antes de comprender el rol de la musicoterapia en el trastorno de déficit atencional (TDA) -con o sin hiperactividad- es importante tener en cuenta que lo que se busca no es necesariamente relajar, sino trabajar desde una conexión con el mundo interno y su expresión. Según Mayer, la música puede ser percibida y recibida tanto afectiva como psicomotriz y cognitivamente, es decir, en un espacio cuerpo, mente y emoción simultáneamente. “Particularmente en el trabajo con niños esto se considera muy importante, ya que la música puede entregar una vivencia corporal y concreta de aprendizaje, desde juegos tan simples como rondas hasta tareas que involucran la interpretación de un instrumento musical”, concluye Mayer. Cuando un niño juega al “1 2 3 momia es” o aprende a tocar violín, está grabando en su memoria los movimientos que mejor le permiten en ese momento ejecutar esas acciones. Es entonces que, desde su propio cuerpo, el niño aprende a reconocerse, también sus límites y espacios. Luego lo hará desde su mente, y podrá generalizar esos aprendizajes.
Concentración de un yogui
El Instituto de Desarrollo Humano empezó a impartir constantemente el yoga para niños hace cuatro años. “Nos dimos cuenta del interés porque cuando abrimos el grupo empezamos con cinco chicos y ahora tenemos más de 25”, explica Susana Fachal, directora del IDH. Las clases se imparten todos los sábados a partir de las 12:00 con una hora de duración.
“A través de los ejercicios, los chicos logran relajarse y tener tranquilidad. El yoga trabaja a través de la respiración y hace que el sistema nervioso se vaya relajando. Con los juegos y ejercicios los niños hacen respiraciones que los van tranquilizando”.
Los chicos, que tienen entre cinco y diez años, trabajan con dos profesores que adaptan el yoga especialmente para ellos. “Cada postura se asocia a un animalito y se hace como un juego con un lenguaje para ellos. Los niños lo asocian de otra manera y cada uno puede estar en la postura el tiempo que pueda estar, también depende de la edad”.
Según Susana Fachal, los resultados han sido los esperados. “Lo que me han comentado algunos papás de chicos que tomaban algún remedio es que lo han podido dejar después de varios meses de práctica del yoga”.
Flores de Bach
Carolina Mella, parvularia de la Universidad Católica, descubrió tratando a niños hiperactivos y con problemas de concentración, que debía ir alternando fórmulas, “porque el cuerpo lee la formula, genera resistencia, y deja de hacerle efecto”, dice.
Por eso defiende esta terapia como una forma efectiva de tratar a un niño hiperactivo. “Lo que provocan las flores de Bach es una tranquilidad interior en el niño, no se va a transformar en un mueble, va seguir teniendo mucha energía, pero se puede focalizar y ayuda a la concentración”
Carolina enfatiza que los pequeños no van a cambiar su forma de ser, porque generalmente “son niños creativos y llenos de energía, aunque pasen por escolares problemas”.
Esta parvularia -que hoy atiende en la consulta Ohani- comenzó hace 20 años a realizar este tipo de terapias. Cuenta que normalmente hace un diagnóstico y luego arma una fórmula: “Son 6 gotas que se toman 4 veces al día, sublinguales. En caso de miedos, o fobias, basta con poco, pero en el caso de la hiperactividad, de niños con impulsividad, el tratamiento es permanente y debe ir variando. Generalmente los hago descansar durante el verano”.
Carolina destaca que -a diferencia de otros fármacos- las flores de Bach no tienen efectos secundarios. También hay niños que ocupan dos terapias, la tradicional alópata, con medicamentos, y las flores de Bach, porque actúa en otra esfera y pueden servir para contrarrestar los efectos de las pastillas, que atontan a los niños”. LN