La pequeña bailarina de 14 años
Me encantan las historias detrás de las obras de arte, siempre o casi siempre tiene algún buen chisme escondido que masticar que las hace tremendamente interesantes una vez que le echas ojo a su historia.
La pequeña bailarina de 14 años ha sido quizá una de las obras de arte que en su momento más escándalo causó como tantas otras, una obra del genial pintor Edgar Degas, quien a pesar de dedicarse a la pintura se le ocurrió en algún momento de zape de cerebro y lucidez, y como no, también para beneplácito de la historia del arte y del populacho en general, hacer una escultura resultando esta pequeña maravilla.
Esculpida en cera, un material nada duradero para la escultura, la pequeña bailarina era de extrañas características, demostrando hiperrealismo al no ser de tamaño natural y que ni tampoco encajaba con el tamaño de una muñeca.
Con coloración natural, peinada con cabellos de verdad, vestida con un tutú de verdad y reales zapatillas con una veracidad que roza el extremo. 1881 fue el año de la exposición impresionista en la cual fue presentada dentro de una vitrina, como si fuese un espécimen de museo, reveló a un Degas antropólogo o naturalista.
Una vez exhibida la pieza causó tal revuelo y desaprobación por parte de los espectadores y críticos por quienes la obra fue violentamente acusada de representar la niña de manera bestial; se la comparó a un simio o a un azteca (hablando claro, en tono despectivo); se le encontró un rostro “en el que todos los vicios imprimen sus odiosas promesas, marca de un carácter particularmente vicioso” según los críticos.
Hasta se le quiso trasladar a un museo médico de enfermedades en donde se exponían cuerpos con enfermedades extrañas, porque decían que ahí era su lugar y no un museo entre hermosas obras de arte.
Y aquí esta lo interesante de la historia de la pieza, esta inspirada en las bailarinas de ballet de la época del París del siglo XIX cuya imagen estaba muy deteriorada, se decía que tan pronto una jovencita entraba en la Ópera su destino como puta estaba fijado; allí ella sería “una puta de la clase alta” Una bailarina.
Y es que las bailarinas eran consideradas más por su aspecto que por su talento, eran vistas como sexys, vividoras, un poco peligrosas y, sobre todo, públicas. Al igual que se exhibían frescos ampulosos en la Ópera que mostraban a mujeres sensuales, las bailarinas también se exhibían, se exponían a un público que iba a juzgarlas por su sensualidad. En torno a las bailarinas también era común el mito de la muchacha pobre y de parentesco incierto.
El lugar de encuentro entre los gentelmen que asistían al teatro y estas muchachas acostumbraba a ser el foyer, el lugar atrás del escenario, al que sólo accedían hombres y de la clase de los más privilegiados. Se decía que Degas era uno de ellos, (si, ahora me explico el detalle de sus pinturas llenas de bailarinas).
Hay obras que muestran dichas escenas de flirteo entre los caballeros y las damas en tutú como esta pintura de Jean Béraud: Backstage at the opera.
Marie Von Goethem era el nombre de la niña en quien fue inspirada la pequeña bailarina de quien Degas hizo un retrato que fue posteriormente deformado, como se ha demostrado mediante radiografías. El motivo de que la niña tuviera esa cabeza y cara tan extrañas no era otro que el hecho de haber sido esculpida siguiendo al pie de la letra los cánones del rostro criminal, según los estudios antropomórficos tan de moda en la época. De hecho, Degas colocó la bailarina entre dos retratos de dos de los más famosos asesinos de la época, con los que compartía al parecer, rasgos evidentes.
El futuro de Marie terminó siendo como el de tantas otras bailarinas que no tuvieron un futuro promisorio y terminaron siendo prostitutas. Mientras al tiempo Edgar Degas lindaba de este modo los límites de la lógica del realismo, por otro lado tan en boga, describiendo sin fingir, sin hipocresía, de manera casi científica, la sociedad de su época, por eso el escándalo, ya se sabe que la verdad no peca ¡pero como pica!.
Después de la muerte del artista, los familiares del pintor tomaron la obra e hicieron 28 reproducciones en bronce que ahora andan por todo el mundo, la que ven en la foto de abajo es la del Museo de Orsay en París que intenta preservar lo mejor posible las características de la cera.
Ahora la pequeña bailarina se ha convertido en un ícono de las bailarinas de ballet, un mito que ha crecido con ellas; se han escrito obras infantiles, libros, ha inspirado películas y vidas, trascendiendo así como toda obra de arte digna de serlo.