Instrumento es mucho más que un tambor. Representa la síntesis de la cosmovisión indígena. Su uso ceremonial permite a la machi conectarse con sus divinidades para agradecer, pedir y hasta sanar cualquiera enfermedad.
Por Iván Fredes
A simple vista parece un rústico tambor. Para los turistas, es casi un recuerdo obligado en su paso por el sur.
De forma semicónica, emite un sonido monocorde, lánguido, seco y hasta fome, asociado automáticamente y sin asomo de dudas a la cultura indígena del sur.
Pero, para los mapuches, el kultrün es el instrumento más sagrado e importante de su cultura. Literalmente, el universo y la síntesis del mundo están contenidos en ese madero ahuecado y recubierto con un cuero de chivo. Es inseparable de las machis (autoridades espirituales) y permite la comunión o conexión con sus divinidades.
El kultrün es una palabra compuesta del mapudungún (lengua mapuche) que significa elemento, objeto o instrumento del sonido o del eco (kul; elemento u objeto, y trün; sonido o eco). Infaltable en nguillatunes (máximas rogativas espirituales) o machitunes (rituales curativos), el sonido monocorde del mentado y emblemático instrumento permite a la machi entrar en trance durante su invocación y contacto con las divinidades que pueblan el intangible y mítico mundo mapuche. Investigadores y recopiladores de esa cultura señalan que para entender la concepción del mundo espiritual y material mapuche hay que imaginar el sonoro kultrün como una pelota semirredonda cortada a la mitad y dividida en tres partes.
La superior o wenu mapu (tierra de arriba o el cielo) es el espacio del kuwe newen (fuerzas del bien), donde habitan la familia divina, los antepasados y los espíritus del bien.
La central - superficie del kultrün- o nag mapu (tierra de abajo o firme ), es donde habita el mapuche, desarrolla su vida cotidiana y constituye el territorio o escenario de los conflictos entre el bien y el mal La inferior o minche mapu (debajo de la tierra o infierno) es el lugar donde vive el weda newen (fuerzas del mal).
Cuando la machi participa en un nguillatún, alrededor de un rewe (altar totémico de madera), toca su kultrün y baila choique (danza), entra en comunicación con las fuerzas de la naturaleza. Entonces, agradece, pide, ruega e implora a nguenechén (creador) para que los espíritus del bien o del wenu mapu derroten o se impongan sobre las fuerzas del mal o minche mapu.
El investigador Domingo Carileo cuenta que el kultrün debe ser montado por un artesano reconocido por su conocimiento de la cultura mapuche. El cuerpo o vasija del instrumento lo talla o ahueca en un tronco de foiye (canelo) o triwe (laurel).
Debe cortarlo en el püken (tiempo de lluvias) y antes del hachazo pedir permiso a ngen (dueño del bosque).
Luego, corta un cuero de trülke (chivo) en forma circular y después lo hierve, raspa con piedras y soba una y otra vez para darle flexibilidad suficiente.
También corta largas tiras de cuero o crin de caballo para trenzarlo y preparar el encordado que unirá finalmente el cuero con el madero.
Dentro del ahuecado tronco se depositan objetos simbólicos como semillas o un puñado de tierra para la fertilidad, cereales para la abundancia, monedas para la prosperidad y yerbas medicinales para la buena salud.
Sobre el cuero, el artesano dibuja dos líneas que dividen en cuatro sectores simétricos su superficie.
Estos representan los cuatro puntos cardinales o terrestres donde viven las cuatro grandes familias mapuches: pincunches (mapuches del norte); huilliches (del sur); pehuenches (de la cordillera) y lafquenches (de la costa).
Los puntos circulares distribuidos dentro de cada uno de esos cuatro espacios simbolizan a sus cuatro estrellas o planetas y a sus respectivos dioses. Justo la intersección de los brazos de las dos líneas representan el centro del mundo, el lugar donde están la propia comunidad y su propia tierra. Previo a su armado, la machi incorpora en su interior una cantidad de humo que representa la energía superior del fuego. Y antes de cerrar el kultrün, la machi encierra su voz dentro de la ahuecada madera para depositar su mágica energía y lograr una comunión perfecta con su instrumento chamánico y las divinidades. Akutún, akutún, ayumi tañi piuke o küme newen nieaymi (aquí estoy, aquí estoy, contento está mi corazón o que tenga fuerza de poder).
Acto seguido, luego del montaje o encordado, la machi consagra el instrumento en un rogativa familiar conocida como nguillatún man kultrün (rogativa del kultrün).
Desde ese momento, machi y kultrün son inseparables.
Diluvio
En la cosmovisión mapuche, el hombre actual tuvo su origen en el nag mapu o espacio territorial representado en la superficie o cuero del kultrün. De acuerdo a los epeu (relatos o cuentos orales), recogidos por el investigador Armando Marileo, la gente de la tierra nació después de una encarnizada y diluviana disputa entre las fuerzas del bien y del mal. Las fuerzas malignas representadas por kai kai provocaron una gran e interminable inundación para matar a todos los seres vivientes. Pero el bien, representado por la culebra treng treng, trató por todos los medios de salvar a la gente. En una cruenta lucha, kai kai hizo subir las aguas, pero treng treng replicó subiendo los cerros. Pasaron muchas lunas luchando, hasta que kai kai se dio por vencido.
Al descender las aguas, sólo quedaron cuatro sobrevivientes en el cerro más alto: kuse (anciano), fucha (anciana), ulcha (joven mujer) y weche (joven hombre).
Sólo a los dos jóvenes le fue permitido ser el principio de la gente.