El sentirse afligido puede generar desde una rabia suave hasta una ira incontrolable.
Rabia, enojo, furia, cólera o ira son distintas palabras para describir un estado alterado de emociones que puede llegar a provocar desde afecciones físicas hasta un sentimiento de displacer violento e intolerable contra alguien o una situación determinada.
Lamentablemente no son pocas las personas que en la actualidad están teniendo este comportamiento. Dicen que la energía de la nueva era de Acuario está modificando la conciencia, pero que en ese proceso se están revelando aquellos aspectos de la personalidad ocultos, donde se encuentra lo peor de cada uno. Aunque también se menciona que las últimas explosiones solares estarían produciendo una gran irritabilidad y cansancio en los seres humanos.
Sea como sea, vivir o rodearse con personas alteradas, cansa. Lo mismo sucede con quienes viven en estados melancólicos y que se deprimen fácilmente viendo siempre el lado vacío del vaso. Otra vez el polo emocional se dispara.
Ambos extremos caen en el rango de inestabilidad emocional que se presenta como una como característica de la personalidad, la cual se define como una variación en los sentimientos y estados de ánimo sin causas o por motivos insignificantes.
“No poder controlar los impulsos o emociones externas es una clara manifestación de nuestra propia incapacidad para resolver nuestras emociones y conflictos, y demuestra el no saber cómo enfrentarse a uno mismo ni a los demás, por tanto, para hacerlo se requiere un cambio continuo del estado de ánimo”, explica Suyén Chigo, psicóloga que trabaja con terapias complementarias de salud.
Desde su perspectiva, las causas pueden ser diversas y hasta genéticas. “Muchos estudios indican que hay niños que se enojan desde edades muy tempranas”, pero principalmente, dependerá de la historia familiar de cada individuo, donde advierte que a la mayoría, desde niños, se les enseña a que no es bueno enojarse, “podemos expresar el dolor, pero la ira no es correcta, entonces creamos adultos callados con una gran rabia interna y con emociones muy contenidas”.
Sobre esta lógica de incapacidad de reconocer y tramitar las emociones que se vienen como una avalancha, el sicólogo Raúl Carvajal coincide que el problema se generaría en la niñez. “Habitualmente está asociada a la sobreprotección y la baja tolerancia a la frustración que se vive desde la infancia”, afirma.
Como consecuencia de este comportamiento lo más común será notar y resentir esta forma de reacción por parte de quien lo emite, “generando en sus seres cercanos evitación, miedo e incomprensión frente a estas reacciones, las que habitualmente terminan dañando todas las áreas, laboral, social y familiar. Pues es muy difícil lidiar con alguien que sobre reacciona, pierde el control y además termina culpando a los otros por sus conductas”, argumenta Raúl Carvajal, psicólogo de Clínica Santa María.
Salir adelante
Lo primero será tener conciencia de cómo se actúa y tomar la decisión de hacer algo al respecto, diferenciando primero si se trata de algún tipo de patología emocional que requiere de apoyo farmacológico o solo se trata de contención emocional y falta de comunicación con respeto por la opinión del otro.
Además, será de ayuda desarrollar conciencia de los episodios de descontrol, “tratar de saber que los gatilla y como se manifiestan, esto para poder generar estrategias preventivas y asertivas. Si aprendo a decir las cosas, probablemente aprenderé a resolver mejor, sin la sensación de que exploto por todo lo que no dije”, acota Raúl Carvajal.
Mientras que para salir del estado de tristeza será necesario tener en cuenta que “ese dolor del alma se conversa, se lleva y tarde o temprano pasa, porque el ser humano tiene el poder de sobrellevar hasta las pérdidas más fuertes pero si no podemos salir solos hay que pedir ayuda”, comenta Suyén Chigo.
El permanecer en desequilibrio traerá consecuencias igual de poco agradables, como “un alto grado de estrés que podría afectar a nivel físico, con reacciones como insomnio, cefaleas incluso patologías como la hipertensión”, señala el psicólogo.
En tanto que para Suyen Chigó las emociones también repercutirán en el cuerpo físico.
“Si miramos a nuestro estómago, por ejemplo, procesa alimentos, separando lo que nos sirve y eliminando lo que no nos sirve. Pues bien, las emociones también necesitan ser procesadas para que no queden estancadas en algún espacio u órgano”, advierte. En ese sentido, indica que en su consulta son frecuentes los casos de colon irritable, rigidez de cuello y calambre de brazos y manos.