Dame tu
brazo, amor, y caminemos, dame tu mano y sírveme de guía. Ya no quiero
saber si es noche o día: mis ojos están ciegos. Avancemos.
Dame tu
estar, amor, en los extremos, tu presencia y tu infiel sabiduría: por los
caminos de la sangre mía ya no sé si es que vamos o volvemos.
Y no me
digas nada. No es preciso. Deja que vuelva al pórtico indeciso desde
donde no escucho ni presencio:
Todo fue dicho ya, tan a menudo, que
ahora tengo miedo, amor, y dudo de aquello que está al borde del silencio
Julia
Prilutzky
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