A partir de la década del 80 se dice que comenzaron a nacer niños especiales, espectaculares. Que vienen a ayudar a la transformación social, educativa, familiar y espiritual de todas las personas sin distinción de clase, raza o nacionalidad.
Los primeros que se conocieron fueron los niños índigos, caracterizados como autosuficientes, cuestionadores de la autoridad, hábiles, rápidos y con intereses precoces de orden intelectual y/o espiritual. Además, se les ha etiquetado como “niños problema”, según declaran en la agrupación Niños Indigo Chile.
A esta ola de nuevos seres, el año 2001 le siguieron los niños de vibración cristal. Steven Rother (propietario de www.planetlightworker.com) llama a estos niños los “pacificadores”, mientras que a los índigos se les ha llamado los “rompedores de sistemas”.
“Los niños índigo fueron llamados así por su distintivo color de vida en el aura, el índigo. Siendo índigo el color del tercer ojo o del chakra del entrecejo. Como tales son muy intuitivos, mentales, rápidos y se aburren fácilmente. Los Niños Cristal se les llama así, no por el color de su aura, sino por su alta vibración. Quizás con el tiempo se sabrá que los Cristal son más dominantes en el chakra de la corona, el spectrum de color violeta, incluso el aura blanca o trasparente”, afirma Sharyl Jackson en uno de los artículos publicados por la institución índigo nacional en su web.
Sin embargo, estas clasificaciones más que ayudar a los niños parecen estigmatizar. “Los papás comienzan a buscar información y les dicen a sus hijos cómo son, de acuerdo a lo que leyeron, pero los niños no entienden nada y se siguen sintiendo extraños o raros y eso, es peor”, comenta Cecilia Gómez, terapeuta con más de quince años de experiencia en sanación con niños y adultos. (www.ramdasrai.cl)
En ese sentido, la especialista sostiene que lo importante es poner atención a que los niños y niñas que están naciendo son especiales, sensibles y sabios. “Son más evolucionados, muy sensibles y tremendamente creativos e inteligentes a nivel cognitivo y emocional”, afirma.
Por un lado, no le sirven de nada los castigos, porque saben perfectamente que tienen o no tienen que hacer y la tendencia de la mayoría de los padres es a imponer cosas o dar órdenes, en vez de dialogar y compartir puntos de vista.
Entonces, lo que se aconseja es guiar y acompañarlos en su proceso de crecimiento de una manera muy cercana. “Mantener conversaciones todos los días, escucharlos realmente y a la vez, ser firmes y entregarles seguridad, porque sino, se desorientan”.
Por otra parte, la mayor dificultad que presentan es su hipersensibilidad (por ejemplo, no le gustan que les griten) y la falta de sociabilización porque les gusta y necesitan de su soledad y no aprecian los juegos tradicionales. Son como viejos chicos con gustos muy definidos y comen poco.
“A mi hija le molestan los olores, hay casas a las que no le gusta ir, camina en puntas de pies y las situaciones que afectan su emocionalidad reacciona en forma dramática”, comenta Alejandra Carmi sobre su hija de 6 años.
Lo que pasa es que les cuesta entender el egoísmo y la forma de relación que existe en esta sociedad, por lo que algunos reaccionan enfermándose o no entienden porque se los agrede aunque sea algo insignificante para los adultos. Pero también son tremendamente conciliadores y unen a las familias.
Los mándalas
Una técnica terapéutica que estimula su sociabilización y trabaja los procesos internos en forma lúdica y creativa son los mándalas. Aparentemente son dibujos en círculo que se pueden colorear, pegar objetos y dibujar en ellos. Pero también son una meditación visual y pasiva donde se reciben las energías necesarias para sanar, organizar y mover emociones negativas o patrones de conducta.
“La visión es el sentido, de alguna forma, el más violento porque todo lo que entra no sale de la mente. Lo que vemos queda grabado aunque no estés pensando en ello, lo recuerdas. Un mándala a nivel terapéutico, a través de su movimiento implícito, regenera aspectos de la persona que están heridos y te entrega esa energía o proyección positiva sobre lo que se tiene que mejorar, sanar”, sostiene Magdalena Villa, terapeuta y especialista en diseño de mándalas (magdalenavilla@gmail.com)
No se trata de cualquier mándala sino que tiene que ser dibujado especialmente para cada uno y siempre serán diferentes, porque dan cuenta del momento que vive la persona.
“Para los niños resultan ideales porque ellos se mueven en ese mundo del color, las formas y la magia que se produce al dibujar, pintar o maniobrar artísticamente un objeto”, recalca.
En cada sesión la terapeuta diseña dos mándalas para una misma persona y ella junto al niño o niña pinta o moldea con telas, ceras o plasticina uno diferente. Aunque no quede terminado el efecto energético y terapéutico seguirá en la semana.
Para los adultos se recomienda hacer otro ejercicio igual de lúdico. El mándala se observa por algunos segundos, se retiene la imagen y se cierran los ojos para sentir por otros segundos que provoca y luego, se vuelve a mirar para ver con más detalle el dibujo y al cerrar nuevamente los ojos se obtendrán otras sensaciones que provoca esta imagen circular. Se repite 3 veces.