Esta es una frase de una canción de Arjona y si reflexionamos en ella veremos que es casi la esencia de la vida. Sin embargo, el tema de fondo es preguntarse cómo hacemos esto posible.
En una charla de la fundación Amanoz, que tiene voluntarios que cuidan a personas de la tercera edad, abordé el tema, pero creo que la frase es aplicable a todos los ciclos de la vida.
Para poder cumplir con la frase de la canción tenemos que tener la capacidad de estar más conectados con el presente, con el ahora. Cuando vamos a un cumpleaños llevamos un “presente”, que es un regalo, y así debiéramos ver el ahora, como un regalo que hay que saber valorar como un momento único e irrepetible. La verdad es que ocupamos mucho tiempo pegados en el pasado recordando buenos o malos momentos, o hipotecando nuestras vidas a un futuro que jamás llegará, lo que es una apuesta en el vacio. Esto nos impide conectarnos con el ahora y poderlo disfrutar.
El segundo elemento importante para ponerle vida a los años es la capacidad de ser agradecidos y tener sentido del humor. Quizás para ser así hay que re-aprender a ver aquellas cosas que no vemos porque no tienen costo, como poder apreciar el sol, la temperatura del agua de la ducha, el olor al pan tostado, el dormir en una cama y ojalá con sábanas limpias, etc… Son tantos los regalos que recibimos en el día que no vemos que, por eso mismo, no podemos o nos cuesta más disfrutar de lo cotidiano. Parece ser que para decir que tuvimos un buen día, nos tienen que pasar cosas “especiales”, porque las comunes y corrientes no las vemos.
Un tercer elemento tiene que ver con trabajar por tener un sentido de trascendencia frente a lo que se hace. Yo le puedo llamar fe, pero otros podrán llamarle como quieran, encontrar un “para qué” ocurren las cosas parece ser fundamental en los momentos difíciles. Entender que de lo bueno se goza y de lo malo se aprende parece ser fundamental para decidir ser feliz y ponerle suficiente “vida” a los años.
Un último punto que me parece crucial es reestablecer en forma importante los vínculos de confianza dentro de este país, la capacidad de mirarnos a los ojos, para saludarnos en lugares públicos como los ascensores, para ser gentiles, etc. Muchos de ustedes dirán, y con razón, que esto no soluciona nada, pero nadie puede negar que esto cambia la sensación de convivencia social y que es más grato el día y, porque no decirlo, la vida cuando en un país se cree, como en otros que conozco, que no hay desconocidos sino solo gente con la cual no me he vinculado.
El cuidar nuestras familias, usar lo mejor de nosotros, el gozar de momentos simples y cuidar la convivencia parece ser un buen resumen de cómo colocarle vida a los años y no al revés como a muchos nos pasa a veces.
Por Pilar Sordo, psicóloga.