"La existencia y la validez de los derechos humanos no están escritos
en las estrellas. Los ideales sobre la conducta mutua de los seres
humanos y la organización más acorde de la comunidad, los concibieron
y enseñaron individuos ilustres a lo largo de toda la historia. Estos
ideales y creencias derivados de la experiencia histórica, el anhelo de
belleza y armonía fueron aceptados muy pronto por el hombre. . . y
pisoteados siempre por la misma gente impulsada por la presión de sus
instintos animales. Una gran parte de la historia exhibe la lucha en
favor de esos derechos humanos, una lucha eterna en que la que no se
producirá nunca una victoria decisiva. Sin embargo, desfallecer en esta
tarea significaría el hundimiento de la sociedad.
Al hablar ahora de los derechos humanos nos referimos en especial
a los siguientes derechos esenciales: protección del individuo contra
la usurpación arbitraria de sus derechos por parte de otros, o por el
gobierno; derecho a trabajar y a percibir ingresos justos por su labor;
libertad de enseñanza y de discusión; participación adecuada del individuo
en la formación de su gobierno. Estos derechos humanos se
reconocen hoy de manera teórica; sin embargo, mediante el uso frecuente
de maniobras legales y formalismos resultan violados en medida
mayor todavía que hace una generación. Existe, además, otro
derecho humano, que pocas veces se menciona, aunque está destinado
a ser muy importante: es el derecho, o el deber, que posee el ciudadano
de no cooperar en actividades que considere erróneas o dañinas".