Si dejamos abiertos de par en par los sentidos y nuestro cuerpo y nuestro espíritu, en perfecta sintonía, se dejan invadir por la Naturaleza y por la vida que late en los demás seres, como por arte de magia nos sentiremos inundados de la paz, la fuerza, el orden y la belleza de esa maravillosa sinfonía de la creación en todo su esplendor. Y es que la vida en sí misma es un generador constante de alegría.
Estar abiertos a la Naturaleza proyectándonos sobre ella con amor y con ternura, aspirando la fuerza del agua de los torrentes, el canto de los pájaros, el verde amplio de las praderas, la fresca sonrisa de un niño, o el rostro añoso de un anciano, es la forma más sencilla y natural de enriquecernos con la alegría más sana y auténtica, la que rezuma a raudales la vida que nos rodea, porque 1a alegría es un sentimiento vital y dondequiera que aliente un soplo de vida, allí se encontrará la alegría.
LA ALEGRIA SE APRENDE!! Sí, se aprende a ser alegre y el aprendizaje de la alegría debería ser tarea primordial...ser alegres, cambiar nuestras actitudes deprimentes, negativas y derrotistas por otras entusiastas, positivas y esperanzadoras...La alegría de vivir, la alegría de compartir con otros la propia existencia ha de ser potenciada, incrementada y enriquecida con la ejemplaridad
LA ALEGRIA SE DESCUBRE!!
El niño descubre la alegría al sentir su propia vitalidad y su propio cuerpo en perfecto funcionamiento. Los sentidos que le abren a la vida, te enseñan a descubrir las primeras alegrías, marcadamente instintivas. De forma gozosa, la piel «se alegra» en los besos v las caricias de la madre; los ojos disfrutan y «se alegran» con la variedad y matices de formas v colores; la boca se «alegra» con el placer que le produce la succión del pecho materno, y el oído se complace alegremente con los sonidos armoniosos...Paulatinamente, el ser humano va evolucionando hacia una alegría menos sensitiva y corporal y más interior, profunda y espiritual en la medida en que accede a la completa madurez mental y psíquica. la paz interior, la armonía y entendimiento con nosotros mismos y la aceptación de la realidad que nos ha tocado vivir, preparan el camino hacia esa alegría sublime que pone en paz al hombre consigo mismo y con los demás, y que sólo es posible encontrarla, engarzada y asociada a los más nobles sentimientos que anidan en el corazón humano.