"Tengo la suave brisa de la Nueva Energía, que me acaricia entera…y que me hace temblar…; me estremece en espasmos de loca algarabía…, y me transporta a un reino sin tiempo ni lugar…
Tengo una brisa suave...¡ y la dejo soplar...!
¡Que grandioso que sería si por saludo sincero, en lugar de usar “¡buen día!”, nos dijéramos “¡te quiero!”
Un “te quiero” es la argamasa del afecto verdadero: ¡quién no baja sus corazas al escuchar un “te quiero”!
¡Quién no esboza una sonrisa que lo alumbra por entero, y que se esparce en la brisa con aroma a duraznero!
Un “te quiero” va diciendo: “¡te reconozco, viajero…, que en el tren en que estás yendo, vamos juntos, compañero…!
Y te celebro…y te canto…, y te honro…y te venero…: ¡somos las hebras de un Manto que tejió el mismo Hilandero!
Y me río con tu risa…, con tu dolor desespero…, y me apuro con tu prisa…, porque sí…, ¡porque te quiero…!”
Cada “te quiero” nos une en un sentir duradero: ¡nos amalgama y reúne como arcillas de alfarero!
Los otros, ya no son “otros”: no hay segundos…, ni hay primeros… ¡que todos somos “nosotros” cuando decimos “te quiero”!
¡Imagina si en los bares…, oficinas, merenderos, en la calle, en los hogares… y por todos los senderos…,
con manifiesta alegría, y con cariño sincero, en vez de decir “buen día”…, nos dijéramos “te quiero”…!